Dicen que a quien madruga Dios le ayuda... Bien, no sabemos si Buda también echa una mano en eso, pero lo que teníamos claro era que al madrugar en Miyajima evitaríamos las hordas de turistas que empezarían a llegar en ferry.
Así que, a las 7:30 nos pusimos en marcha. Dejamos las mochilas en el ryokan y salimos a disfrutar de la quietud de esas horas.