26 de agosto de 2018

Takayama, visitando el casco antiguo y acabando en un onsen.

La primera vez que visitamos Takayama disfrutamos de un paisaje nevado precioso, pero dispusimos de poco tiempo para explorar como es debido el casco antiguo y sus alrededores. 
Esta vez haríamos dos noches y nos lo tomaríamos con más calma. Eso sí, no tuvimos la suerte de que la nieve nos acompañara de nuevo.

Takayama

Como el trayecto iba a ser largo, compramos el desayuno en el combini de turno y, al llegar a la estación, la bebida de maíz que tanto me gustó en el segundo viaje. Es como una sopa de maíz calentita y con los granos dentro. Como a mi hermana también le gusta el maíz, la compramos para que la probara. 


El paisaje hasta Takayama sigue siendo muy bonito. Zona rural con los alpes nevados al fondo. Lo que sí que ha cambiado es la pequeña estación de Toyama, que con la llegada de los grandes Shinkansens se ha transformado en una estación enorme. 
Incluso la estación de Takayama ha sido reformada... ¡menudos cambios en 6 años!
Por cierto, en Toyama teníamos 20 minutos de trasbordo para conseguir el sello, pero con la estación tan cambiada y grande nos dio miedo perder el tren y fuimos primero a localizar el andén. Una vez allí, mi hermana y yo nos miramos, soltamos todo el peso a los chicos y salimos corriendo en busca del sello. Le preguntamos a un par de revisores y al final lo logramos. ^_^ Nuestra propia maratón.


Al llegar a Takayama, me pasé por la Oficina de Turismo de la estación a por mapas, que los tienen en español, y a confirmar la información que había leído en Internet, para llevar a mi hermana a un rotenburo bonito (onsen al aire libre). La chica me confirmó que estaba todo correcto y, por tanto, mis planes seguían en marcha y con mucha ilusión porque llegara la noche. A todo esto mi hermana no se olía nada. 

Tras dejar las mochilas en el hotel (ver post), donde nos confirmaron la llegada de nuestras maletas, nos dirigimos a pie hacia el casco antiguo y decidimos parar a comer pronto para así empezar las visitas sin detenernos (En Takayama las tiendas y lugares a visitar cierran a las 17h).
Escogimos el Manpukutei, el mismo restaurante que en el primer viaje, donde pudimos probar unos cortes de ternera de Hida (carne wagyu). 
Al igual que la de Kobe, es cara, por eso optamos por un plato de gyudon, que lleva arroz y ternera normal, pero al que añaden unos finos cortes de la de Hida (venía solo marcada y un poco marinada). Una forma económica de probarla, y merece la pena porque se deshace en la boca y está muy buena. (El menú costó 1400¥ )
También tienen otros platos, para quienes no les guste la carne de esa forma, como es el caso de mi hermana, y son algo más baratos (800-1000¥). 

Takayama

Al salir empezamos la ruta por el casco antiguo, cuyas casas y tiendas datan del periodo Edo (1600-1868), en el que prosperó como ciudad de mercaderes adinerados. 

Takayama

Nuestro primer objetivo era una de las casas de particulares que se puede visitar: la casa Kusakabe (la entrada cuesta 500¥). 

Takayama

Aunque la casa ardió en 1875, fue reconstruida un par de años más tarde manteniendo la distribución y usando los mismos materiales y técnicas con el objetivo de que no perdiera su identidad. 
Los propietarios eran prestamistas del estado y el lugar también se usaba como casa de cambio.

La casa es grande y nos encantó visitarla. Primero recorrimos, descalzos, las diferentes habitaciones, la salita donde encendían la lumbre, etc. En todas ellas había diferentes objetos de la vida cotidiana de la época Edo. 

Takayama
Takayama

Son dos pisos y hay que vigilar porque las escaleras son muy inclinadas. Como en los castillos.

Takayama

Al bajar, nos calzamos y pasamos a un patio donde nos ofrecieron una taza de té gratis y donde pudimos sentarnos a tomarlo tranquilamente. 
Tras el corto descanso, visitamos el pequeño pero coqueto jardín y una última estancia que era un pequeño museo, repleto de artesanía de la zona. 

Takayama

Muy contentos con la visita, tomamos rumbo al Santuario Sakurayama Hachiman, construido a los pies de una colina, donde empieza el bosque. Nos pareció un lugar bonito al que, además, apenas llegaban los turistas. El casco antiguo estaba a rebosar de gente pero ahí estuvimos tranquilos. 

Takayama
Takayama

Aprovechamos para purificarnos (en muchos santuarios ya hay dibujos explicando como hacerlo) y pudimos admirar a un sacerdote y una sacerdotisa saliendo de un ritual privado. 

Takayama
Takayama

Tras el santuario, intentamos visitar el templo Betsuin, pero estaba totalmente en obras, así que seguimos callejeando, pasando por un bonito riachuelo y merendando un delicioso helado de melocotón de Hida (300¥). 

Takayama

Acabamos llegando a la zona más concurrida, donde hay muchísimas sakerías (cuyo símbolo es una bola enorme de paja de cedro en la entrada), tiendas de souvenirs, productos de la zona, etc.
Y donde venden unos bollitos al vapor rellenos de ternera de Hida MUY buenos (500¥).

Takayama
Takayama

Al pasar por una de las tiendas, escuché a un guía en inglés comentar que esa tienda era famosa por el miso y que dentro se podía hacer una cata. 
Entré con mi hermana y allí un amable anciano invitaba a todo el mundo a  probar la sopa, que estaba deliciosa, y explicaba que la hacían con dos tipos de miso. ¡Me sorprendió que hablara tan bien el inglés, la verdad! 
Para quien le guste cocinar y en especial sea fan de la sopa miso, allí vendían ya los paquetes preparados con los dos tipos de pasta y te daban la información sobre como elaborarla. 

Takayama

Un detalle que esta vez pudimos admirar son los cobertizos donde guardan las carrozas de los festivales, unos edificios con puertas enormes para que estas puedan entrar y salir.

Takayama

Paseando, paseando, llegamos al final del casco antiguo y decidimos que todavía teníamos tiempo antes de que anocheciera, así que decidimos pegarnos la caminadita hasta el santuario Hie, a las afueras (unos 10 minutos a pie desde el puente rojo, Naka-bashi).
¿Y porque ese santuario? Aunque es el protagonista del festival de primavera, nuestro interés radicaba en que sirvió de inspiración para dibujar la entrada al santuario Miyamizu de Itomori, donde Mitsuha, la protagonista de la película "Kimi no na wa" (Your Name), ejercía de sacerdotisa. 

La entrada al santuario es muy bonita, rodeada de grandes árboles. Y si en el anterior no había mucha gente, aquí estuvimos completamente solos. 

Takayama
Takayama

Al llegar al punto de la torii roja, nos dimos cuenta que no acababa de cuadrar. Ni las escaleras, ni el tipo de farolillo, y la torii era diferente... Pero bueno, se trata solo de una inspiración (hay otras localizaciones que las representaron tal cual, muy real).

Takayama
Fotograma de la película Kimi no na wa

A la vuelta, releyendo el post de Japonismo sobre las localizaciones, vimos que los farolillos eran los que estaban en las escaleras que dan al parking, pero aún así la disposición de los elementos en la película está modificada. 

Tocaba volver al hotel, unos 25 minutos a pie, paseando por calles tranquilas y residenciales. Al llegar, dejamos a los chicos haciendo lavadoras. ¡Nosotras nos íbamos al onsen! 
Le dije a mi hermana que creía que este sí le iba a gustar, pero que no lo conocía, por aquello de no poner de nuevo las expectativas altas, y nos fuimos caminando hasta el Green Hotel (unos 10 minutos a pie), pasando por delante de los baños de pies Hida Hanasato, al lado de la estación, que nuevamente estaban cerrados. ¿Abren alguna vez? Ahí me di cuenta que en el mapa ya no salían los baños de pies del Green Hotel, donde estuvimos la primera vez, y al llegar descubrimos que habían ampliado el edificio y eliminado esos baños. ¡Que lástima!

Bueno, nosotras a lo nuestro. Entramos en recepción, pregunté por el onsen y allí nos dieron una bolsita con una toalla pequeña (la grande la has de llevar tu), nos comentaron que el horario para los no huéspedes era de 15 a 22h y nos cobraron los 1000¥ que cuesta la entrada. 
Nos indicaron donde era y al entrar, una mujer mayor, trabajadora del hotel, nos indicó por gestos y en japonés (al ver que yo entendía algo) donde estaban las taquillas, la fuente de agua, las duchas, un cartel explicativo de las normas... ¡Hasta nos dio unas gomas para el pelo! Vamos, un encanto. jeje
Al ser las 19h, hora en que muchos huéspedes del hotel estarían cenando, había pocas mujeres. A pesar de ello, no estaba vacío, así que no pudimos hacer fotos, pero pondremos unas sacadas de la web del hotel. 

Tras desvestirnos y dejar todo en las taquillas, fuimos a ducharnos y ya vimos las grandes piscinas de agua termal interiores. Ahí pude comprobar que a mi hermana le gustaba mucho más el lugar que los onsens de Shibu. Peeeero yo todavía tenía un as guardado en la manga...

Foto de la web de Green Hotel

Una vez duchadas, le dije a mi hermana que si quería luego iríamos a esas piscinas, pero que primero teníamos que ir a otro lugar (adelanto: no volvimos jaja). Y la llevé hacia una puerta que daba al rotenburo (onsen exterior con jardín). 

Ahí sí, los ojos de mi hermana se abrieron de par en par y con una gran sonrisa dijo: ¡Esto es lo que yo imagino al pensar en un onsen! ¡Como en Love Hina!
Su cara de felicidad me quitó un peso de encima y pudimos relajarnos un buen rato en silencio, disfrutando del jardín. Al ser de noche, la imagen es tal cual la vivimos nosotras. ¿No parece de cuento?

Foto de la web de Green Hotel

Tras un buen rato dentro de las aguas termales, y cuando ya notamos que necesitábamos enfriarnos e hidratarnos, volvimos al interior para beber, secarnos y vestirnos. 
Habíamos intentado aprovecharlo al máximo y nos dirigimos a la salida muy contentas, donde nos volvimos a encontrar con la mujer mayor. Le pregunté donde dejar las toallas pequeñas (tenían el nombre del hotel bordado) y nos dijo que eran para nosotras, un regalo. ¿¡En serio!? Al ver nuestra cara de sorpresa y alegría la mujer sonríe y nos dice en voz baja: ¡Made in China! Ahora sí, mi hermana y yo nos echamos a reír y con nosotras la abuelita. Si es que son la caña. Me lo paso en grande con ellas. 

Con toda esta aventura para contarles a los chicos, regresamos al hotel. Y yo empecé a no encontrarme muy bien por la fatiga (es un síntoma muy común en la Esclerosis Múltiple y el calor a veces lo dispara o agrava. Quizás el onsen... pero valió la pena). Así que optamos por lo cercano y fácil para cenar: el McDonald's de detrás de la estación. Así podrían probar las hamburguesas especiales de Japón: la teriyaki y la de gambas. 

Después a descansar y, por suerte, no habría que madrugar. Al día siguiente nos tomaríamos con calma nuestra visita a Hida Furukawa y sus localizaciones de "Kimi no na Wa" ^_^




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