Cuando nos levantamos, ese 14 de Febrero, en mi mente estaban ciertos
planes:
Dar los chocolates de San Valentín que les compramos a nuestras amigas,
visitar la zona de Teramachi con Jordi (mientras ellas trabajaban), juntarnos
para comer en algún lugar, seguir paseando e ir juntos a una izakaya.
Eso era lo que pensábamos que pasaría. Nada nos había preparado para los
planes "reales" de las sensei. jeje.
Esa mañana ellas estaban muy ocupadas, así que nos levantamos prontito, les
dimos nuestros "tomo choco" (chocolates de amigos) para que les dieran
energías y tomamos rumbo a la zona de Teramachi.
Ellas viven en una de las laderas de Nagasaki, así que decidimos bajar
paseando hasta el tranvía que nos llevaría hasta el Sofukuji.
Esta zona de los templos la visité sola
el año anterior. Y me gustó tanto que decidí que tenía que volver con Jordi, para que él
también disfrutara del ambiente tranquilo que se respira.
El paseo lo iniciamos en el que, para mí, es el templo más llamativo de la
zona, por lo diferente y colorido que es.
La entrada al Sofukuji cuesta 300¥ y, esta vez, ya había un cartelito
explicando que lo pagáramos en el salón central, echando el dinero en la caja
de oraciones. Sabiendo como proceder, hacia dentro que fuimos.
Me sigue fascinando que trajeran las piezas talladas desde China para su
construcción, en 1629.
Nuevamente, volvíamos a estar casi solos. Para empezar, Nagasaki ya no es una ciudad mega
turística, pero si encima te sales de la zona del Museo de la Paz, Barrio
Chino comercial, Dejima y Meganebashi... te sorprende la calma que te
rodea.
Y eso que Meganebashi está allí al lado...
Al salir, fuimos paseando hasta el Kofukuji por una callecita tranquila,
saludando a algún que otro residente que se nos cruzaba.
Al llegar a la entrada, nos encontramos con una escuela de prescolar que
estaban admirando las grandes linternas, simulando estatuas, que adornaban el
templo (por el festival de los farolillos).
Nos esperamos a que acabaran de explicarles (no queríamos hacerles fotos por
respeto), cuando los niños empezaron a fijarse en nosotros y uno soltó (casi
gritando): ¡¿Son americanos?!
La profesora intentó disculparse, pero le respondí al niño, con una sonrisa, que éramos
españoles y no se que lo dejó más en shock, si el escucharme hablar japonés o
nuestro origen... Los ojos como platos se le quedaron. jeje.
El resto de niños nos saludó y las profesoras nos dieron las gracias mientras
empezaban a marcharse con un "bye bye". Si es que son un amor. jeje.
El Kofukuji, construido en 1620, fue el primer templo chino de todo Japón, así
que bien merece una visita (300¥).
Tiene un amplio y bonito recinto, que aún lucía más con los farolillos de la
temporada.
Después de esta visita, nuevamente casi solos, nos fuimos paseando por la
orilla del río, contemplando los diferentes puentes de piedra, hasta el
Santuario Suwa y sus escalones.
Este es el santuario principal de la ciudad y los habitantes creen que la protege. Y, de hecho, el mayor festival de la ciudad es el que se lleva a
cabo en él: el Kunchi Festival, en octubre.
Además, aquí acudían las prostitutas para rezar, pidiendo que lloviera para
que los marineros no pudieran salir al mar y se quedaran "en su compañía".
El recinto del santuario es grandecito, con mucho rincones sagrados, entre
ellos un mini santuario Inari que tanto me gustan.
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Y en la parte posterior del recinto, que da a un parque, hay un pequeño
restaurante (Tsukimijaya) con dulces tradicionales y donde también
se puede comer udon, recomendado por las sensei.
Pues bien, el año anterior llegué tarde, justo cuando cerraban. Esta vez me
aseguré del horario, pero... Al llegar tenían un cartel puesto disculpándose
porque ese día no podrían abrir. U.U Mi gozo en un pozo.
Pues nada, decidimos acercarnos a pasar el rato que quedaba en el centro
comercial de la estación, donde había una pedazo linterna en la entrada.
En estas, Laura sensei nos avisa que se había complicado la mañana (no
sabíamos cuanto aún) y que comeríamos tarde.
Así pues, tomamos algo en el Mc de la estación y cotilleamos la zona friki de
Namco, tiendecitas... a la espera de que pudieran venir a por nosotros.
A estas alturas no sabíamos donde nos llevarían a comer, puesto que muchos
sitios ya estarían cerrados... pero ¡aaaaaaaaaaaamigos! ¡¡Resulta que el restaurante
Yabai no cierra!!
¿Que de que va esto del restaurante Yabai? (Que por cierto, significa algo que
es muy fuerte, para mal o para bien. Obviamente, esto fue para MUY bien. jeje)
Pasen y vean. Porque sí, hicieron vídeo. jaja
(Hay muchas sorpresas y risas garantizadas).
No se vosotros pero yo, cada vez que lo veo, acabo partiéndome de risa y
aguantando la lagrimilla, porque ¡son las mejores! Las amamos. ^_^
Y bueno, ahora se entiende el porque se les retrasó la mañana, ¿no? ¡Vaya
par!
Pues tras comer el mejor curry del mundo (Lo siento, no es por dar envidia
pero es la realidad.), decidimos quedarnos descansando, porque llovía
bastante.
Así pues, relax hasta que ellas acabaran de trabajar y nos fuéramos por la
noche a celebrar San Valentín los cuatro, en una izakaya ( que vendrían a ser como nuestros bares
de tapeo).
Este local (ver Maps) está en una calle comercial entre Meganebashi y el barrio chino, que además
estaba super decorada por el festival.
La izakaya a la que nos llevaron es preciosa, y tiene unos reservados muy
chulos. ^_^
Jordi y yo flipamos, porque esperábamos una taberna retro/cutre de las
que le molarían a Laura sensei. jeje.
Su especialidad es el pollo y muchos platillos giran en torno a este
producto.
Pedimos diferentes platillos, entre ellos yakitoris diversos, al cual más
delicioso, y un pollo y unas gambas con una salsa de mayonesa que estaban para
chuparse lo dedos.
Y entre pinchitos, alguna cerveza y algún que otro chuhai pasamos una cena
llena de risas, que acabó más bien tarde y con un taxi dejándonos en casa
sobre las dos de la madrugada...
¡Que mejor manera de pasar un San Valentín! ^_^
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