Este día estaría marcado por la herencia cultural China que tiene Nagasaki, y cuya comunidad celebraba uno de los grandes festivales de la ciudad: el
Lantern Festival, que conmemora el año nuevo chino.
Durante 15 días, la ciudad se engalana con miles de farolillos de papel y,
aunque el barrio chino es el escenario principal y donde hay más concentración
de esos farolillos, los podremos ver por toda la ciudad.
No solo en su forma redonda tradicional, sino también como diferentes estatuas
de todos los tamaños.
Así pues, durante nuestros paseos por el día, empezamos a ver algunos de
ellos, pero nada nos preparó para la exuberancia de la noche.
Por la mañana nos acercamos al Templo de Confucio, el más grande e importante
dedicado al famoso filósofo chino en Japón.
Fue construido por la comunidad china de la ciudad en 1893, y sus piezas
fueron traídas de China.
Es un lugar que nos quedó pendiente en nuestra
primera visita, pero ya desde fuera nos pareció impresionante. Y vaya si lo es.
Sus llamativos colores y arquitectura llena de simbología china
sorprenden.
Aunque aún más las 72 estatuas de los sabios que se encuentran en el patio.
Cada una con una cara y expresión distintas.
En la entrada, además, había un farolillo del festival con forma de jarrón con flores. ¡Precioso!
En el recinto hay un museo sobre historia china, con diferentes objetos de
arte, etc (incluido en la entrada, 660 ¥), pero decidimos no entrar a verlo y
dirigirnos a la zona del restaurante donde comeríamos porque las sensei sabían que
tocaría hacer cola.
Laura y Hira habían escogido un restaurante chino muy famoso y con unas
vistas a la bahía muy chulas (aunque no siempre te tocan las mesas de
ventana).
El restaurante
está cerca la Catedral Oura y los Jardines Glover, y se entra por debajo de la
escalinata que se ve en la foto, tomando unos ascensores hasta la planta 5.
Sin embargo, era tal la cola que ya llegaba a la entrada de abajo, donde el
personal gestionaba la subida de clientes en el ascensor.
Mientras esperábamos pacientemente, nos fueron comentando los platos típicos
de influencia china que se suelen probar allí: el sara udon es el
principal.
La versión más conocida es la de fideos muy finos, fritos y crujientes, con un
salteado encima de col, verduras, productos del mar y cerdo (1320 ¥). Pero como
veis, el salteado viene como en una salsa gelatinosa que acaba ablandando los
fideos con los que está en contacto.
La otra versión, lleva fideos champon (cuyo plato de mismo nombre probamos en
el primer viaje a Nagasaki y que era como una especie de ramen). En esta
versión, está todo más integrado y por tanto la textura me gustó mucho más.
Sin duda, para mí, la ganadora. (1320 ¥)
A Jordi, sin embargo, no le convencieron del todo. A él, la gastronomía de
fideos de Nagasaki (champon, sara udon...) no acabó de conquistarle. De hecho,
se pidió arroz frito, como Laura sensei, aparte de unas gyozas que compartimos. jeje
Al finalizar la comida, nos llevaron al Museo de Historia de Nagasaki
(630 ¥).
Un museo bastante grande, donde una gran parte está dedicada a las relaciones
de Nagasaki, como único puerto abierto al extranjero en el periodo Edo, con
los países de China, Corea y Países Bajos.
¿Lo malo? La información está en japonés. Pero las sensei tienen un
vídeo sobre él, mostrando lo básico y, en especial, explicando la zona más
llamativa del lugar: la reconstrucción de la antigua oficina del magistrado, del periodo Edo. (ver video)
Esta zona es muy chula y pudimos hacernos una idea de cómo se llevaban a cabo
los juicios en la época (ellas lo explican también en el video).
Después de esta visita, Hira sensei nos llevó a un rincón especial del cual
no había leído en ningún lugar:
El Santuario Wakamiya Inari.
¿Y porque es especial? Pues porque me encantan los santuarios Inari y, además,
es el santuario donde Sakamoto Ryôma (un famoso samurai que contribuyó a la
caída del shogunato y la Rebelión Meiji) iba a rezar por la prosperidad de sus
negocios. Y, de hecho, en el recinto hay un pequeño santuario dedicado a él.
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En Nagasaki hay varios lugares relacionados con Sakamoto Ryôma. Nosotros
visitamos uno en el
viaje anterior,
y las sensei nos muestran otros en uno de los
videos de Youtube.
El
acceso a este santuario se hace a través de una larga escalinata, como no, y hay que subir
alrededor de 200 escalones.
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Y, si se va a mediados de octubre, realizan un festival donde unas personas,
vestidas de kitsune (zorro mensajero de Inari) hacen acrobacias subidos en
unos palos de bambú de unos 10 metros. ¡Casi na!
Tras admirar este pequeño rincón tan tranquilo, nos fuimos a recoger a
Laura sensei (que había estado dando clases) y tomamos rumbo al barrio chino para disfrutar del festival.
Algunos días hay diferentes eventos que requieren reserva, pero nosotros
íbamos simplemente a pasear por sus calles, disfrutando de los diferentes
farolillos, algunos de ellos auténticas obras de arte.
Donde se concentraban las mayores figuras, y en mucha cantidad, es en el
Minato Park. Una pasada pasearse por la zona.
Eso sí, con paciencia porque, obviamente, había bastante gente.
¿Y a que más se viene al barrio chino? ¡Pues a comer! Estuvimos picoteando
varias comidas típicas de este barrio, como el kakuniman (un bao con costilla
de cerdo, que es manjar de los dioses) y los mejores shoronpos que hemos
comido nunca (son de un chiringuito que va solo al festival. El resto del año
hay otros locales de la zona que venden también shoronpos), entre otras
cosas. Que por cierto, las sensei tiene otro
vídeo
dedicado a las diferentes comidas callejeras que podéis probar allí.
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Tras recorrer las calles de la zona y disfrutar de la comida, nos acercamos a
la zona del Megane Bashi (Puente de las gafas). Nosotros ya habíamos visitado
este lugar en el
viaje anterior, pero es otro de los puntos centrales de la decoración del festival.
El río está decorado con farolillos amarillos, colgando, y otros de peces y
grullas en el agua.
Además, en la orilla estaban situados los farolillos de los animales del
calendario chino.
Nuestra segunda visita a Nagasaki fue programada, expresamente, para ver este
festival y nos encantó. La ciudad luce preciosa. Y, aunque lo más importante
se concentra en el barrio chino, es bonito ver como en otras zonas los vecinos
también cuelgan farolillos y participan de esta tradición (al día siguiente
seguiríamos viéndolos).
¡Por cierto! Si queréis saber detalles sobre este festival: historia,
simbolismo, verlo más en profundidad... las sensei tienen un un
Nippotour
dedicado a él. (Cuestan 850 ¥, unos 5 €, y están muy bien. Nosotros hemos visto
la mayoría y aprendemos muchísimo).
Nuestro día finalizaba aquí. Tocaba descansar y ver qué nos depararía el
siguiente, que justo era San Valentín.
Solo diremos que nada nos había preparado para lo que viviríamos. jeje
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