Este día visitamos Kawagoe, conocida como "la pequeña Edo".
Que fue un importante enclave comercial en la época Edo, por su estratégica
ubicación, y se llenó de ricos comerciantes con sus almacenes y tiendas al
estilo Kura.
Una visita cultural que tenía ganas de realizar aunque no fuera el mejor día
de la semana: un domingo.
Y es que es una excursión cercana a Tokyo con bastante fama, incluso entre los japoneses. Así pues, ir en fin de semana, sobre todo un domingo, es
mentalizarse del bullicio que habrá a cierta hora.
Por suerte era temporada baja. Hemos visto imágenes en temporada alta y
resulta hasta agobiante. Un detalle a tener en cuenta cuando se planifique
la visita.
Para llegar a Kawagoe se puede hacer desde Shinjuku (con la JR si se tiene el
pase, o con la línea Seibu) o bien desde Ikebukuro (con la línea Tobu). (Ver info de acceso y mapa)
Esta última opción es la más barata y además ofrecen unos
pases turísticos que pueden salir a cuenta.
Así pues, nosotros nos fuimos hasta Ikebukuro y a las 8h, hora en que abría
la oficina de turismo, compramos el Discount Pass Premium (1050¥).
La diferencia con el normal (710¥) es que, además del tren i/v y descuentos en
algunas tiendas, también entran unos autobuses turísticos que hacen un trayecto circular.
Como el día estaba lluvioso optamos por el premium, no fuera que cayera más
fuerte y no apeteciera caminar. Finalmente el día despejó y acabamos
caminando, así que con el básico nos habría bastado.
Otra ventaja de la Tobu es que puedes bajarte en la estación Kawagoe (donde
también para la JR) o en Kawagoe-shi, que está mucho más cerca de la zona
centro a visitar. Y como había parado de llover, decidimos bajar en la más
cercana y ya después bajar a pie a la central, por la calle comercial.
Por cierto, con la línea Seibu también se llega a una estación más cercana al
centro: Hon-Kawagoe.
Llegamos a Kawagoe-shi sobre las 9h y en un pequeño paseo nos acercamos al
Santuario Kawagoe Kumano, que está vinculado al
santuario de Kumano Hongu, un lugar que
visitamos en 2016
y que nos encantó.
Nada más llegar, te encuentras con Yatagarasu (el cuervo de tres patas) por
todos lados. Se considera un mensajero de los Dioses y está relacionado con
Kumano.
Dentro del recinto hay varias zonas, entre ellas una donde hay que seguir un
ritual para entrar (según si vas solo o en pareja).
Y cuando llegas al final, al escoger uno de los cristales pulidos que hay en el
altar, el propio Yatagarasu te manda un mensaje.
Como Kumano, para mí, fue un lugar especial. Aproveché para comprarme aquí el
omamori (amuleto) de salud que siempre compro en los viajes (800¥).
Hay templos más famosos en Kawagoe, pero este santuario me encantó, uno de
esos rincones que te acaban gustando más que los de renombre.
Nada más salir, enfilamos la Taisho-roman street. Una calle llena de edificios
de la época Taisho (1912-1926) mezclados con antiguos Kura tradicionales
(almacenes).
¿Alguien más está viendo Gringotts?
Y al poco llegamos a la zona antigua, Kurazukuri, que es donde se conservan
más almacenes transformados en tiendas, restaurantes y puestecillos de
pinchos y comida varia para degustar de pie.
En el pasado, las ciudades japonesas estaban formadas casi exclusivamente por
edificios de madera, lo que las hacía vulnerables a los incendios. La
construcción de kurazukuri se utilizaba tanto para hacer que una estructura
fuera ignífuga como para protegerla de los intrusos. Su construcción era muy
costosa, pero gracias al lucroso comercio con Edo, los comerciantes de
Kawagoe prosperaron y muchos mostraron su riqueza construyendo una estructura
lo más bonita que podían permitirse.
Por cierto, en esta ciudad son mayormente de color negro. Y, parece ser, que
ese color los salvó de ser bombardeados durante la II G.M.
Como eran sobre las 10h y recién estaban abriendo, no había todavía mucha gente y
pudimos disfrutar de la zona. Porque el gran inconveniente es que la calle no es
peatonal. Así pues, las aceras acaban abarrotadas a mediodía.
Nuestro consejo es empezar por esta zona, como hicimos nosotros.
Subimos por la acera de la izquierda, mirando las tiendecitas y parando a por
un matcha bien calentito para mí, en un lugar especializado (324¥). Y es
que pegaba frío ese día, unos 5º.
Finalmente llegamos a la zona del Candy Alley o callejón de los dulces.
Como su nombre indica, allí se encuentran puestecillos con dulces tradicionales y
caramelos. Además de alguna tienda con juguetes de antaño y ambiente de épocas
pasadas.
Por lo visto, a principios de la época Showa existían muchas más tiendas. Y es
que, tras el gran terremoto de 1923, hubo una escasez en Tokyo de dulces y
Kawagoe se volvió el principal proveedor.
Un snack típico, y que llama la atención, es el Fu: unos sticks largos de
95 cm, de color marrón, y que están hechos de gluten de trigo y recubiertos de
azúcar negro (celíacos... manteneos alejados).
Es curioso ver a niños pequeños cargando con estos palos que son más largos
que ellos.
Aquí Jordi optó por tomarse un helado de boniato y boniato lila. Sí, a pesar
de los 5º. jeje (400¥)
Volvimos a la calle principal, para bajar por el lado derecho, pasando por una
de las tiendas de Ghibli.
Y giramos en la calle donde se encuentra la torre de la campana, todo un
símbolo de la ciudad. La estructura actual es de 1894 y suena 4 veces al día
(6h, 12h, 15h y 18h).
Desde allí nos acercamos al Castillo de Kawagoe, pasando primero por la zona
donde se conserva una zona del antiguo foso.
Del castillo solo queda el Honmaru, el palacio interior, pero es una visita
que nos gustó mucho y en la que estuvimos casi solos. La gente se queda en las
calles principales.
El castillo de Kawagoe se construyó originalmente en 1457. Cuando Tokugawa
Ieyasu asumió el mando, nombró a un importante súbdito leal como señor debido
a la importancia de Kawagoe como ciudad comercial y punto estratégico de
defensa al norte de la capital.
La estructura actual se añadió al castillo en 1848, poco antes del fin de la
era feudal, y servía como residencia y oficinas del señor.
La entrada cuesta solo 200¥ y allí me compré mi primer Gojoin por 300¥
(sellos de castillos, que empecé a coleccionar).
Pasear descalzo por sus pasillos, las salas de tatami y contemplar el precioso
jardín, sin apenas gente fue increíble.
Pequeño recordatorio: la madera no se pisa, ni siquiera el escaloncito tipo
palet de la entrada. Y para el baño te pones unas zapatillas de goma que hay
en el lugar.
Al salir, seguimos caminando hasta una zona donde hay varios templos. Pasamos
por el Naritasan...
... pero nuestro objetivo era el Kita-in, el templo más importante del
lugar.
Y, aunque tiene diferentes edificios y curiosidades, nos llamaba la atención
el saber que es el lugar donde se conservan los únicos edificios del Castillo
Edo, que han sobrevivido hasta el día de hoy.
¿Y que hacen en Kawagoe en vez de en Tokyo?
En 1638 un incendio destruyó la mayor parte de Kitain. Para ayudar a
reconstruirlo, el tercer shogun Tokugawa, Iemitsu, ordenó que se trasladaran
varios edificios del palacio del castillo de Edo a Kawagoe. Y, debido a los
daños que sufrió Tokio durante el Gran Terremoto de Kanto de 1923 y la Segunda
Guerra Mundial, estos son los únicos restos que se conservan del castillo.
Aprovechando que el tiempo nos respetó, regresamos caminando hasta la calle principal con la idea de comer algo. Para cuando llegamos, las 12:30h, la zona estaba llena de
gente y las aceras abarrotadas de colas en los lugares donde vendían
pinchitos.
Nosotros preferíamos sentarnos a comer tranquilamente y tenía apuntados dos
restaurantes, que además tenían un pequeño descuento con el pase, donde cocinaban
productos de la zona: el Yamaya (un restaurante en un edificio precioso y con
bonitos jardines) y el Torokko (donde sirven comida kaiseki basada en el
boniato).
Pues bien, el primero solo aceptan bajo previa reserva los fines de semana y
el segundo ya había vendido todos los menús kaiseki a esa hora... Nuestro gozo
en un pozo.
Pero Jordi recordaba haber visto el cartel de restaurantes en un pequeño
callejón llamado: el callejón de la felicidad.
A pesar que estaba al lado de la calle principal, ¡la gente apenas se
adentraba en él! Con lo cual, sus 4 restaurantes eran muy buena opción. Hay
uno de tonkatsu (cerdo rebozado), de sushi, de udon y de soba.
Nosotros nos decidimos por el de soba, que estaba ubicado en una casa
tradicional preciosa, en la que hay que descalzarse, y con un jardín bonito
(ver ubicación).
Jordi se pidió el kamo soba (con pato) y yo el menú caliente, con tempura y
warabi mochi de postre.
Estaba todo delicioso y en total costó 4290¥. Además, se estaba muy
tranquilo.
Al regresar a la calle principal, decidimos que ya había demasiada gente y
fuimos bajando hacia la estación central, por la calle comercial Crea
Mall.
Hay una caminadita (fue un acierto hacerla de bajada) y es una zona comercial
moderna. En ella, además, nos cruzamos con el festival del lugar y un montón de
comparsas al más puro estilo carnaval.
Había un ambiente muy guay y, como no, nos dijeron que nos hiciéramos fotos con
ellos. ^_^
Tomamos el tren hacia Ikebukuro con la sensación que Kawagoe ganaría mucho
más si hiciera su zona antigua peatonal, porque hacia mediodía resulta algo
agobiante, pero nos gustó lo que visitamos.
Y una vez en Ikebukuro a mí me da por decir: ¿Porque no nos acercamos al Bandai
Cross, y pasamos por la tienda de gachapon más grande, frikeamos un rato, etc.?
Gran idea un domingo, siendo una de las principales zonas para salir de
tiendas. jaja Estaba a petar, como Akihabara el sábado.
En fin, dimos una vuelta por las tiendas frikis y dijimos: Mejor regresamos al
parque Ueno para tener un poco de paz.
¿Y que había en el parque Ueno? Un festival con música y cocktails. jajaja
Jordi se partía al ver mi cara de "No puede ser verdad".
Por suerte, el parque es enorme y en la zona más cercana al hotel había paz y
tranquilidad. ^_^
Regresamos al hotel para organizar las maletas, que teníamos que enviar rumbo
a Nagasaki y Fukuoka (para nuestras primeras paradas iríamos solo con mochila)
y esa noche optamos por ir pronto al Sushiro a cenar (3400¥).
Con una buena ración de sushi en el cuerpo, tocaba ir a dormir. Al día
siguiente tomaríamos un vuelo interno rumbo a Kyushu.
Por cierto, enviar una maleta grande y otro pequeña a Kyushu nos costó 4500¥.
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