Tras una relajante noche en la habitación del ryokan, no me costó nada levantarme pronto para disfrutar de nuevo del rotenburo.
Sabía que sobre las 6:30 daban el desayuno y era posible que, igual que la noche anterior, dispusiera de él para mi solita. Así que, dejé a Jordi descansando en la habitación y volví a recorrer en yukata las instalaciones hasta llegar al onsen, donde no había ni un solo par de zapatillas esperando en la entrada. ¡Estaba sola!
Otro momento de paz y relajación, rodeada de naturaleza y una niebla que le dio un aire un tanto místico.
Tras un rato en las aguas termales, volví a la habitación para desayunar con Jordi lo que habíamos traído el día anterior del conbini. El típico desayuno japonés de arroz, pescado y sopa miso como que no nos entra a primera hora...
Cuando bajamos a recepción, nos preguntaron si teníamos planes y al decirles que íbamos a ir hasta Yunomine (el pueblo está a unos 5 minutos a pie por la carretera), para coger un bus, se ofrecieron a acercarnos en coche.
Al llegar nos indicó la parada del bus (bueno, mas bien de que lado de la carretera teníamos que cogerlo) y, mientras esperábamos, dimos una pequeña vuelta por el pueblo.
Pequeña porque son cuatro casas al lado de la carretera y del Tsuboyu, un pequeño onsen medicinal declarado Patrimonio de la Humanidad al que iríamos por la tarde.
Aunque es pequeño y solo tiene un restaurante que no se sabe bien cuando abre o cierra, nos gustó más su ambiente que no el que vimos en Kawayu el día anterior al pasar con el bus.
Eso sí...si disimularan las tuberías que discurren junto al río de aguas termales quedaría mejor...
El planning de la mañana era coger un bus (ver horarios) que nos llevaría a Hosshinmon-oji y hacer la ruta de senderismo hasta el Hongu Taisha, el segundo gran santuario de Kumano Kodo.
El bus pasó puntual y a esas horas éramos pocos los visitantes que fuimos hasta la última parada, justo donde podríamos iniciar la ruta.
A pesar de ser el final de línea, el conductor también nos avisó y bajó para indicarnos donde empezaba el camino. Pero antes, tocaba purificarse en el pequeño santuario que marca la entrada más alejada del recinto divino del gran santuario, el Kumano Hongu Taisha. Históricamente, había muchas puertas a lo largo del Kumano Kodo que eran marcadores físicos de las etapas rituales religiosas, y Hosshinmon-oji es uno de estos importantes puntos de referencia espiritual.
Ahora sí, iniciamos una ruta que tiene 7km (ver mapa) pero cuyo trayecto apenas tiene tramos de subida y se hace de forma muy amena.
Hay zonas que se hacen por carretera, nada transitada, pasando cerca de pequeñas aldeas, otras de bosque denso... un poco de todo.
Lo que nos llamó la atención fue que, a la altura de algunas, casas había unas pequeñas casetas de madera con productos para comprar: mandarinas, yuzu (¡Ojo!, que son unas mandarinas amarillas amargas, no son dulces), encurtidos, caquis, etc. Y una hucha donde dejar el dinero, en caso de que quieras llevarte algo.
A lo largo del camino hay máquinas de bebidas pero un lugar genial para parar a descansar y tomar algo fue en Fushiogami-oji. Donde, a parte del mirador desde el cual se supone que se puede ver el Santuario Hongu (ese día había niebla), hay un pequeño "bar" regentado por dos japonesas mayores con las que me reí mucho.
Mientras Jordi hacía fotos al paisaje, yo empecé a hablar con ellas, con mi escaso japonés, y no se muy bien como acabaron medio bailando sevillanas. xD Cosas que pasan...
Al final nos sentamos unos minutos a comer un poco de caqui, buenísimo, y tomar una bebida lila cuyo color al principio te hace pensar que eso no es bebible, pero que nos explicaron que se sacaba de una planta. No alcancé a saber cual... El tema es que estaba muy buena y era dulce (y, a priori, no nos causó alucinaciones jaja). El refrigerio nos costó 250 yens.
Con fuerzas renovadas tras el descanso, nos despedimos con una gran sonrisa de esas mujeres tan simpáticas y continuamos el camino. Nos quedaba menos de la mitad para la meta.
La entrada al recinto del santuario está marcada por una gran torii de madera.
Y en él nos encontramos que estaban celebrando una ceremonia privada, en la que iban leyendo algunas peticiones u oraciones.
Tras dar una vuelta por el recinto, que no es muy grande, decidimos bajar al pueblo para comer y lo hicimos por el acceso principal al santuario. ¡Un montón de escaleras! Menos mal que tras la caminata no las teníamos que hacer de subida...
Dimos una vuelta para valorar las opciones y nos decidimos por un restaurante llamado "Kitchen" (nº 10 en el mapa), donde comimos unos Yakisobas con Onigiri y un Gyudon, ambos con sopa miso. Estaba todo muy bueno y nos salió por 1500 yens los dos.
Tras comer, compramos la cena y el desayuno para el día siguiente en un conbini y nos decidimos a hacer la segunda ruta de senderismo que había mirado.
Se trataba del tramo Dainichi-goe (ver mapa) que va desde el Hongu Taisha hasta Yunomine Onsen, justo donde nos alojábamos, así que perfecto ¿no? ...eso creía yo.
Bien, de los 3,5km, algo mas del primer km es en plano y se hace perfectamente. En esta parte se pasa por Oyunohara, un banco de arena situado en la confluencia de los ríos Kumano y Otonashi en el cual antiguamente estaba ubicado el Hongu Taisha.
En 1889 una gran inundación destruyó gran parte de los edificios del santuario. Los restos recuperados de sus distintos pabellones fueron traslados y reconstruidos en la ubicación actual, que acabábamos de visitar, encima de una colina.
La entrada al recinto de Oyunohara está presidida por el arco torii más grande del mundo (33,9 metros de alto y 42 metros de ancho), que se construyó para recordar la ubicación original del santuario. Realmente es enorme y los campos de arroz de la entrada crean un paisaje muy bonito.
Pasado Oyunohara, la ruta atraviesa el pueblo y llega a unas empinadas escaleras. Ahí empezó mi choque con la realidad: la ruta tenía la mitad de km que la de la mañana, ¡pero con un desnivel importante! Nos quedaban 2km, uno de subida y otro de bajada, por una ladera con mucho desnivel que acabó con mis piernas.
Por no decir que el camino estaba lleno de piedras y raíces, nada regular (incluso en algunos momentos costaba distinguir lo que era camino y lo que no) y en algún punto con la ladera tan cerca que piensas: mejor no dar un traspiés... Eso sí, a Jordi le gustó porque el paisaje era 100% bosque agreste, muy a lo "Uncharted" o "Tomb Raider".
Cada vez que Jordi, que iba mas adelantado, llegaba a un giro y me indicaba que la cuesta aun seguía... a mi me daba un ataque de risa al estilo Arya cuando llega al Nido de Águilas y le dan la mala noticia. ¡Por que no cogería el bus! xD
En fin, la verdad es que al final fue un reto superado y una marca más de orgullo para mí. jeje
Al llegar a Yunomine fuimos a sacar los tickets para bañarnos en el único Patrimonio de la Humanidad que puedes reservar durante media hora para ti solito y por tan solo 770 yens: el Tsuboyu.
El hombre del puestecito de reservas nos dio cambio y nos mostró que ticket sacar, puesto que hay otros baños públicos al lado. También nos mostró las instrucciones en inglés, nos dio el número de entrada (y nos comentó cuanto quedaba aproximadamente para que nos tocara) y nos entregó el certificado conforme fuimos usuarios del Tsuboyu.
Como nos quedaban un par de turnos, decidimos entretenernos con la otra gran atracción del pueblo: ¡Los Onsen Tamago! (Los huevos termales) Que consiste en cocer unos huevos en las aguas termales para después comerlos.
En todas las tiendas de alrededor vendían sacos con diferentes cantidades de huevos preparados para ser colgados en la pequeña piscina, al lado del río destinada a esta actividad. Hay unos tiempos de referencia que hay que dejarlos cociendo según los prefieras "hard boiled" (yema endurecida) o "soft boiled" (yema líquida). Aunque el agua no hervía, estaba muy pero que muy caliente, así que hay que ponerlos y quitarlos con cuidadito. Un gran detalle (los japos piensan siempre en todo) es que en la tienda nos dieron un sobrecito con sal y una cajita de origami hecha con periódico para echar las cáscaras, por si te los quieres comer allí mismo.
Faltando poco para nuestro turno fuimos a esperar a la entrada del Tsuboyu, donde coincidimos con otra pareja de japoneses mayores. Estaban esperando a su hija y yerno, que estaban dentro, y ahí volví a entablar otra agradable y divertida conversación.
Al poco por fin nos tocó entrar. Nos descalzamos afuera y dentro dejamos la ropa y las toallas (llevamos unas nuestras) en la cesta. No se puede usar jabón, solo te aseas fuera con agua y luego ya puedes entrar en el diminuto agujero del onsen. Eso sí, ¡primero hay que comprobar el agua! Porque puede estar muy caliente para el gusto de uno, como fue en nuestro caso. Si es preciso, hay un grifo de agua fría que se puede abrir y una pala para mezclarla con la termal y así suavizar la temperatura.
Ahora sí, nuestros minutitos en remojo en el Patrimonio de la Humanidad.
Cuando salimos estaba oscureciendo, así que encendimos las linternas de los móviles para volver de forma segura, por la carretera, hasta el ryokan. Son unos 5 minutos, pero mejor asegurarse de que los pocos coches que pasan te ven.
Al llegar, dejamos hecho el check-out porque tendríamos que salir muy temprano al día siguiente, nos confirmaron los horarios de bus, precios, etc. y nos dijeron que, por desgracia, llovería...
En fin, cruzamos los dedos para que no lloviera mucho en Nachi, y decidimos ducharnos antes de cenar.
Y aquí hubo diferencia de opiniones: Jordi, poco amante de los onsens públicos, prefería la intimidad de la ducha del onsen privado. Vero, amantísima de los rotenburo, no quería perderse el volver a sentir la brisa del exterior mientras se bañaba en agua caliente. Así que, ¡tu al onsen y yo al rotenburo!
Por no decir que la instalación pública tenía un tocador con todo lo que una chica necesita y más: secador del pelo, cepillos, cremas... ¡Me iba a pegar una última sesión de spa y relax de las buenas! jeje
Y coincidió que, de nuevo, estaba sola. No puedo transmitir lo mucho que me relaja estar dentro de aguas termales, al aire libre, en la montaña... Una de las experiencias que mas me gusta disfrutar en Japón.
Al rato (el mío mas largo que el de Jordi), nos reunimos en la habitación para cenar (onsen tamagos incluidos), ver la tv y charlar sobre el gran día que habíamos pasado en Kumano: Senderismo, santuarios, gente encantadora, aguas termales por doquier... ¿Se podía pedir más?
Bueno sí, que la lluvia nos permitiera ver Nachi Taisha y su cascada al día siguiente, pero ese será otro capítulo.
Curioso lo de los huevos jeje. Veo el tramo ese de subida y me canso de mirarlo, a mi en Japón un par de caminos se me hicieron duros e incómodos, aunque como bien dices luego te sientes orgullosa de haberlo conseguido. ¿No te da frío bañarte en el exterior? Ya sé que el agua está calentita pero entrar y salir en vuestra fecha creo q me daría mucho frío!! Un abrazo, me encanta leerte :)
ResponderEliminarBueno además tú fuiste en verano que el calor afecta a las caminatas!
EliminarFrío solo al salir por primera vez. No se porque, tras estar un buen rato dentro del agua tan caliente, cuando sales de nuevo tu cuerpo mantiene la temperatura... Es una sensación rara. Pero no sentía frío después. Además, el paisaje lo vale ;)
Un abrazo
Como dices, qué gran día: senderismo con paisajes preciosos para ti sola y unos cuantos baños para relajarse. Un lujo!!
ResponderEliminarPues si!!!! me encantó ^_^ recomiendo esa zona para estar mas de relax, lejos del bullicio jeje
Eliminar¡Me encanta! No puedo decir más... ;-) Y esos señores japoneses que nos cuentas. ¡Es una delicia "entablar conversación" con gente así! Yo creo que los ancianos japos son lo más xD
ResponderEliminar¡A seguir contándonos! ¡Beso!
Son muy amables y graciosos jeje y eso que mi Japo no es bueno pero oye, que les hacía muchísima gracia y le ponían toda la paciencia del mundo para entendernos ^_^
EliminarQuiero volver :(