En nuestros viajes, siempre intentamos tener un día de relax en alguna zona
con onsens. Y, para esta ocasión, escogí la que consideramos, hasta ahora, la
aldea onsen más bonita en la que hemos estado: Kurokawa.
En mis planes iniciales había escogido Yufuin, una zona termal famosa de
Kyushu, cerca de Beppu y a la que se llega fácilmente en tren.
Sin embargo, cuando leí que Kurokawa estaba considerada una de las 3 aldeas
onsen más bonitas de Japón, no tardé en cambiar los planes y buscar la forma de
llegar hasta ahí.
Como comento en el
post de preparativos, el que no esté comunicada por tren (solo por carretera) la salva de las
masificaciones y ayuda a conservar el aura rural tan bonita que tiene.
Desde hace unas décadas, los vecinos decidieron darle un empujón turístico al
lugar, rehabilitando la zona pero al estilo tradicional. Evitando, en lo
posible, estructuras modernas o grandes complejos hoteleros de cemento (que
abundan en otras zonas termales).
Esta zona termal ya era frecuentada hace 300 años por los señores feudales de
Kumamoto. Y de hecho, el alojamiento que escogimos, el Okyakuya Ryokan, es el
más antiguo de la zona, la primera posada que se edificó para alojar a dichos
samuráis. (En el
post de alojamiento
os contamos con todo detalle la selección de alojamiento, menú y onsens de la
zona).
En Kurokawa hay tres formas de disfrutar de los baños termales:
1- Alojándose en un Ryokan con onsens y, a poder ser, rotenburo (al aire libre).
Es la mejor opción, sobre todo si se llega en bus, por horarios.
2- Usando los dos baños públicos de la aldea. Son sencillos, no son al aire
libre y cuestan unos 200¥.
3- Comprando lo que llaman "Tegata" (una tabilla de madera) que te da acceso
al "Rotemburo Meguri", un recorrido por los diferentes onsens de algunos de
los alojamientos. La tablilla cuesta 1500¥ y te permite entrar a 3 onsens o
bien a 2 onsens + obtener un regalito de alguna tienda (comida, bebida,
artesanía...). En la
web de turismo, se puede chafardear que tiendas ofrecen sus productos (en la versión en japonés, la
versión en inglés no tiene tanta información).
Yo eché un ojo a los posibles onsens de otros ryokans, para ver candidatos, en
caso de optar por comprar el Tegata e ir a más baños aparte de los de nuestro alojamiento.
Pero esa sería una decisión que tomaríamos en el lugar, sobre la marcha.
El bus desde Aso salió puntual y, aunque un tramo del recorrido tenía curvas,
lo llevé bien. Durante una parte del trayecto, iban dando explicaciones sobre
la zona en inglés, así que se hizo ameno.
Llegamos a las 10:20h a Kurokawa y, siguiendo las indicaciones de la web del
ryokan, enseguida encontramos el alojamiento.
Nos guardaron las mochilas y nos comentaron que podíamos hacer el check in una
hora antes (algo bueno para aprovechar los onsens antes de la llegada del
resto de huéspedes).
También les consultamos sobre el tema comer. La aldea es muy pequeña, tiene
locales que venden pinchos varios para ir picando y muy pocos restaurantes, de
los cuales uno tenía críticas por ser rudos en el trato al cliente. Ellos
nos recomendaron el restaurante asociado a su ryokan, y que fuéramos pronto,
sobre las 12h. Con la recomendación anotada, nos fuimos a dar una
vuelta.
La zona del río, estaba decorada con unas linternas de bambú del Yu Akari
festival, que justo finalizaba ese día.
Fuimos fichando algunas tiendecitas de comida y dulces y decidimos que, al día
siguiente, comeríamos picoteando las diferentes especialidades de la
zona.
Era domingo y había bastante gente, pero la mayoría se marchó pasado mediodía
y el lunes la zona estaba más tranquila, así que, es bueno intentar ir entre
semana.
Los clientes de los ryokans iban paseando con los yukatas y la tegata, yendo a
otros onsens, disfrutando de refrigerios...
Visitamos el Jizoson, el templo que está en el centro de aldea y donde los
visitantes dejan colgadas las tegatas tras su uso.
Nos acercamos a un pequeño santuario sintoísta que salía en el mapa, a las
afueras, que resultó ser MUY pequeño y que parecía bastante descuidado, casi abandonado.
Paseamos por las callecitas más alejadas del río (el lugar es muy pequeño),
charlamos con algún lugareño, orgulloso de que le dijéramos que el jardín que
estaba cuidando era precioso...
Y nos fuimos a comer al Warokuya, que resultó ser todo un acierto. El trato
fue muy bueno y la comida estupenda.
Ambos nos pedimos unos sets que traían carne de Aka ushi (ternera wagyu de la
zona), por 2100¥ el de Jordi y 2600¥ el mío.
También había opciones baratas de curry que tenían muy buena pinta.
De postres, nos acercamos a una de las tiendas y compramos un zumo de un
cítrico y una botellita de leche fresca, ambos productos de la vecindad (550¥
los dos) y los encontramos buenísimos (repetiríamos al dia siguiente jeje).
Y ahora sí, volvimos para hacer el check in, acomodarnos en la pedazo de
habitación e ir prontito a los baños termales, donde estuvimos solos un buen
rato. En el mío, acabaron llegando un par de japonesas con las que estuve
conversando un rato, de forma muy agradable.
Recordad que hay que ducharse y lavarse bien antes de entrar al agua termal.
(Tips)
Modo onsen: Yukata, toalla y bolsita con la mini toalla que sirve de esponja o
para taparse un poco (todo está en la habitación).
También fuimos, juntos, a uno de los baños privados que, en este caso, eran
gratuitos (en algunos alojamientos te hacen pagar extra por su uso y has de
reservar hora).
Y nos relajamos en la habitación, donde siempre puedes tomarte un té con
alguna pastita que te dejan.
A las 18:15h nos avisaron para la cena. En los ryokans siempre se cena pronto. Y
al llegar al salón nos acompañaron a nuestra mesa, donde ya había una parte del
menú preparada.
La cena kaiseki es toda una experiencia, llena de productos locales y de
temporada. Algunos alimentos tienen texturas raras que a Jordi no acaban de
convencerle, pero a mi me encanta experimentar y mayormente nos gustó la
propuesta del menú.
Como entendía algo de japonés, me fueron explicando los detalles de cada plato
y fue genial saber que producto era cada cual. Obviamente, el plato estrella
fue la carne wagyu. jeje.
En los
stories de Instagram
puse info de todo lo que comimos. Que, aunque son platillos pequeños, son
tantos que acabamos llenos.
Al regresar a la habitación ya nos habían preparado los futones para
dormir.
Nos pusimos la chaqueta del yukata y nos fuimos a pasear por la aldea, para
hacer fotos de las luces del festival (nos preguntaron si queríamos nuestro
calzado, que lo tienen guardado y lo sacan cuando te ven preparado para irte,
o si preferíamos el calzado tradicional).
En estos lugares es muy típico salir a pasear con el yukata del hotel.
El ambiente, con las luces, era precioso.
Tras disfrutar de la iluminación, regresamos al ryokan para darnos otro
bañito. Y es que ir al rotenburo por la noche es genial. Sobre todo si es
tarde, porque apenas suele ir nadie.
Y con este sonido del agua y el canto de las ranas del río, finalizamos
nuestro día.
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