Nos quedaban unas horas para tomar el vuelo de regreso a Tokyo y las sensei
quisieron pasarlas con nosotros, paseando por otras zonas históricas a las que
no va casi nadie.
Unos de esos muchos rincones que, gracias a ellas, pudimos visitar y aprender
su historia: los barrios de Shianbashi y Maruyama (uno al lado del otro).
El barrio de Maruyama era el antiguo barrio rojo de Nagasaki durante la época Edo, cuando
la prostitución era legal. Esos eran barrios cerrados, donde los clientes tenían
que entrar a los locales del lugar para recibir los servicios. Aunque en, Nagasaki, las prostitutas también podían ser requeridas en la isla de Dejima o el
Barrio Chino, de donde los clientes no podían salir. Así pues, iban
ellas.
En cuanto a Shianbashi era, y aún lo es hoy, el barrio de tabernas y ocio
nocturno. Eso sí, algunos de sus estrechos callejones tienen "solera" y aire
decadente... al igual que muchos de los pubs, bares y tabernas que vas viendo.
Digamos que es un ambiente un tanto retro. jeje.
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Pues bien, en el lugar donde se juntan los barrios, resulta que había un
puente al que llamaban "el puente de la reflexión".
Porque tras comer y, sobre todo, beber, los hombres se paraban allí a
decidir si seguían la juerga en el barrio de prostitución o si tiraban para
casa. Esa decisión normalmente la acababa tomando la cartera, puesto que los
servicios de las señoritas baratos no eran.
Aparte de los callejones destartalados, nos llamó la atención el edificio de
la comisaría. Lo dicho, ¡zona retro sin duda!
El barrio de Maruyama, actualmente, es residencial y una zona muy tranquila. Y
visitamos el santuario Umezono Tenmangu, que es justo al que acudían las
prostitutas para pedir protección.
Aquí nos encontramos con un señor haciendo de guía a otros japoneses, que se
paró a hablar con nosotras. Preguntó de donde veníamos y nos entregó uno
de sus dosieres con los lugares interesantes del barrio que mostraba. Fue
súper amable.
Siempre digo que visitar estos barrios menos conocidos, con ambiente tranquilo
y lugareño, acaba dándote momentos muy bonitos.
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Tras el santuario, nos mostraron dos edificios históricos de la época Edo.
Uno, el restaurante Kagetsu, por el que pasaron gente del calibre del samurai Sakamoto Ryoma y que, hoy en
día, es un restaurante tradicional de lujo. Carillo, vamos.
Y el otro edificio se trata del Nagasaki Kenban, que es la oficina que
gestiona la contratación de las geishas de Nagasaki. (Recordad que las
geishas no fueron, ni son, prostitutas).
¡Por cierto! Laura y Hira sensei tienen un
vídeo
hablando sobre esta zona donde podéis verla más al detalle.
Después nos fuimos a comer, muy pronto, porque les hacía ilusión llevarnos a
un lugar muy especial: el restaurante
Tsuruchan Classic.
Otro local con mucha solera y años a la espalda, quizás los mismos que las abuelillas que lo regentan y los de los relojes que cuelgan en la
pared, todos parados en las 11:02h (hora en que cayó la bomba atómica en la ciudad).
En este modesto local, una señora super amable y risueña nos mostró su
libreta con cuatro platos escritos en japonés, a mano. ¡Ese era el menú! Pero
no hay que sufrir si se va, porque ahí lo que hay que pedir es: Toruko raisu,
su plato estrella y típico de la ciudad.
¡Ojo! Nada que ver con un plato turco. Se trata de un plato combinado de
aprovechamiento, post II Guerra Mundial, que suele llevar arroz, espaguetis,
ensalada y hamburguesa o cerdo empanado.
La combinación puede sonar rara, pero estaba delicioso y al finalizar te traen
unas tacitas de café. (1100 ¥ todo)
Y con esta entrañable comida despedimos Nagasaki, de nuevo. Nuestras amigas nos
llevaron al pequeño (porque es muy pequeño) aeropuerto de la ciudad donde, tras facturar las maletas, nos
pudimos tomar un último café juntos.
Esperamos a que faltaran 30 minutos para el embarque para entrar, porque de verdad que no hay
nada una vez pasas el control, que tardas dos minutos. Menos mal que nos
avisaron ellas, sino hubiéramos estado aburridos adentro.
Tras unos abrazos y alguna lagrimilla contenida (no lo negaré) tocaba despedirnos de
nuevo... pero con alguna que otra promesa para el futuro. jeje. Porque, para
nosotros, Japón ya es igual a ir a encontrarnos con ellas. ^_^
Esta vez el vuelo fue muy bien, con buen clima y sin turbulencias. Las maletas
salieron rápido y nos pasamos por el mostrador de Kuroneko para mandarlas al
hotel de Ueno, donde estaríamos las últimas noches, tras un desvío a la zona
de Hakone. (Ojo que solo aceptaban efectivo en la oficina de la terminal de vuelos
domésticos de Haneda)
Ésta era una noche puente. Dormíamos en la zona cercana a la estación JR de
Shinjuku para madrugar y coger el tren desde allí a Odawara y Hakone.
Ese fue el único motivo por el cual nos alojamos en una zona que no nos gusta
nada (ojo esto es muy personal, que conste).
Como comentamos en el post de
alojamiento, aunque el hotel estaba en una calle tranquila, la zona de Shin-Okubo
(barrio coreano) estaba a reventar de gente. Viernes noche, zona de locales de
fiesta, bares, restaurantes... el choque con la tranquila Nagasaki fue
brutal.
Para cenar decidimos ir a lo fácil y no agobiarnos: Mc Donald's. Solemos ir
una vez durante los viajes, para probar las burgers especiales. (1670 ¥)
Y nos atrevimos a adentrarnos en un Donqui gigante, con mil entradas, ruidoso
y petado de gente. jajaja Madre mía que horror.
En fin, tras eso nos retiramos a descansar. Los dos próximos días iríamos a la
famosa zona de Hakone.
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