Tras el
tercer viaje en 2018, donde visitamos el país nipón con mi hermana y cuñado, intenté mentalizarme que tardaría unos añitos en regresar, al menos hasta 2021, pasadas las olimpiadas.
Sin embargo, sentí la necesidad de no dejar pasar tanto tiempo y empecé a barajar la opción de una escapada para quitarme esa necesidad de regresar antes.
Lo consulté con Jordi, el cual me dijo que no podría apuntarse esta vez, y por tanto surgió la idea de aventurarme sola.
Conocía el país, algo de la lengua... ¿Porque no?
¿Pero a donde? Tenía algunas rutas pensadas pero iba a ir pocos días (10 de viaje, en noviembre) y las rutas me apetecía guardarlas para cuando fuera con Jordi.
Así que me planteé regresar a Tokyo, para callejear, frikear, hacer compras... y de paso visitar con calma una localidad que me llamaba mucho la atención desde hacía años, tanto por historia como por la posibilidad de hacer algunas actividades culturales: Aizu Wakamatsu, en la prefactura de Fukushima.
Aizu tiene una tradición e historia muy ligada a los samurais y al final de las guerras Boshin, con el inicio de la restauración Meiji, una de las épocas claves del país. Así que me hacía mucha ilusión acercarme a verla, porque la futura ruta que tengo en mente nos llevará al sur, lejos de Aizu.
Así que nada, me había decidido, ¡me iba sola a Japón! ^_^