Tras nuestra visita a los Harry Potter studios nos fuimos a la zona de Azabudai Hills, un complejo de oficinas con tres rascacielos, viviendas de lujo, tiendas y hasta una zona verde que está cerca de la Torre de Tokyo.
El motivo para acercarnos era el mirador, que hasta esas fechas era de acceso libre y gratuito, de la Mori JP Tower.
Desde él se puede ver muy bien la Torre de Tokyo, por lo que se hizo muy
popular, quizás demasiado.
Nosotros fuimos hacia el anochecer y aquello estaba llenísimo de gente.
Pudimos hacer alguna foto, pero fue un tanto agobiante.
Hemos dicho "hasta esas fechas" porque poco después cerraron el acceso
libre. Ahora solo pueden disfrutar del mirador los trabajadores y residentes de
Azabudai Hills o bien personas que vayan al restaurante y cafetería que se
sitúan justo en las plantas 33 y 34.
Tras un rato de contemplar la torre, nos fuimos dando un paseo hasta el
Santuario Atago. Que está a unos 10 minutos a pie.
Para acceder a él toca hacer piernas, puesto que está en una colina a 26m del
nivel del mar, y sus empinadas escaleras son conocidas como las "escaleras del
éxito".
Nosotros llegamos cuando ya había cerrado, pero a una parte del recinto se puede acceder a cualquier hora.
Así pues, escalones p'arriba.
Imaginaos la pendiente que tienen, que han puesto unas cadenas y barras para
sujetarse, especialmente para bajar. De hecho, al irnos, una familia japonesa
estaba bajando y la niña pequeña iba diciendo que le daba miedo...
Son 86 escalones y cuenta la leyenda que, cuando en 1634 el shogun Tokugawa
Iemitsu vio unas hermosas flores de ciruelo en la cima, ordenó que se las
trajeran (porque ir él va a ser que no, claro...) y un joven samurái decidió
subir a por ellas a caballo (porque ir a pie, tampoco ¿verdad?). En fin,
que subir subió muy rápido, pero el pobre animal para bajar se las vio y
deseó, tardando 45 minutos, pero lo lograron.
Gracias a esa hazaña (me gustaría saber qué opinó el caballo), el shogun
recompensó al joven samurái que progresó profesionalmente.
De ahí que las llamen las escaleras del éxito y que la gente considere
importante subir y bajarlas.
Pero si para alguien resultan muy duras esas escaleras, al lado hay otras de
inclinación más suave que dan un rodeo. Son las onna-zaka (cuesta de las
mujeres), que hay en diversos santuarios cuyo acceso principal es tan
empinado.
Y para quienes tienen problemas de movilidad: hay ascensor. El recinto
está adaptado.
Como llegamos tarde, paseamos solo un poco por la parte exterior del recinto
(tendremos que volver para verlo por dentro) y la entrada al salón principal,
dedicada al kami del fuego, puesto que, al ser la colina de mayor tamaño en
Tokyo, se usó para controlar incendios.
Tras la corta visita, tocaba regresar en metro a la zona del hotel y ver si
lográbamos cenar en uno de los restaurantes de monjayaki que tenía fichados:
el Monja Moheji.
Es una cadena y tienen un par entre Okachimachi y Ueno.
Vimos que uno de los dos tenía menos cola (ambos tenían) y ahí nos apuntamos
en la lista y esperamos en la puerta hasta nuestro turno.
El local tiene dos pisos y las mesas, con sus planchas, están unas cercas de
otras. Estaba lleno hasta los topes, gente con sus cervezas y charlando... un
ambiente de taberna vamos. jeje ¡En Japón no siempre todo es silencioso!
En este lugar tienen el menú en inglés, así que es perfecto para ir los
turistas y probar este plato. Además, te lo cocinan ellos, con lo cual te
ahorras el agobio de no saber como hacerlo.
Eso sí, te informan que cada cual ha de pedir un plato principal, además de un
aperitivo obligatorio (el del día).
El aperitivo era una especie de tortilla de cebolleta, que estaba muy
buena.
De principal pedimos un okonomiyaki de Osaka (por si acaso el monjayaki no
triunfaba), que quizás sea el plato de este estilo más conocido. Es ese plato
"estilo tortilla", como una masa con col y diversos ingrediente que
pueden variar y con una salsa muy rica encima.
Y uno de los monjayakis que ofrecían en la carta, que además llevaba huevo. Vendría
a ser algo parecido al okonomiyaki pero la masa es mucho más líquida. Se
cocinan los ingredientes, después hacen un círculo con ellos y echan el
líquido de la masa dentro para, finalmente, mezclarlo todo.
Se va comiendo poco a poco de la plancha, cogiendo con las espátulas y ¡ojo que
quema! Como el plato no se retira, la masa se va caramelizando con el
rato.
Al utilizarse toda la plancha para ello, lo normal es compartir los platos principales.
Pedir uno por cabeza pero compartirlos y comer todos a la vez.
A pesar que es un plato de la zona de Kanto, donde está Tokyo, no lo habíamos
probado hasta este día. ¿Veredicto? No está mal, pero preferimos el okonomiyaki. Eso sí, toda una experiencia el cocinado y la forma de
comerlo.
La cena, bebiendo agua, nos salió por 3542¥.
Y hasta aquí nuestro primer día en Tokyo, capeando el jet lag, lleno de magia,
escaleras y un plato nuevo para probar. ^_^
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