Este día lo pasaríamos visitando las atracciones más famosas de Beppu: sus
infiernos.
Beppu es el centro turístico de aguas termales más famoso de Japón ya que
ofrece diferentes tipos de baños: aguas termales, barro, arena y vapor.
Sin embargo, la zona cercana a la estación JR (que escogimos por
comodidad a la hora de coger el Shinkansen de vuelta a Tokyo) no es la más
bonita ni la que elegiría para una noche especial. Hay otras zonas en el área
de Beppu, o incluso en el resto de la prefectura de Oita, más bonitas.
Pero algo por lo que es famosa la ciudad, y que todos los turistas visitan,
son sus infiernos (jigoku). Básicamente son pozas de aguas termales para ver (no para bañarse),
con características especiales cada una: color de las aguas, barro burbujeante, etc.
Eso sí, aunque no se pueda uno bañar, llevad una toallita pequeña, porque
algunos tienen baños de pies y puede apetecer relajarse un poco.
Hay varios de ellos, pero son famosos sobretodo siete, porque son los que entran dentro de un
pase turístico. Dos de ellos se encuentran en el distrito Shibaseki y los
otros cinco en el de Kannawa.
Tras echarles un vistazo, decidimos que compraríamos el pase (puesto que cada
infierno cuesta 450¥ y el conjunto 2200¥), pero solo entraríamos a seis. ¿El
motivo? Lo contamos más adelante.
Tras desayunar en la estación, nos pasamos por la oficina de turismo. Allí nos
vendieron los pases, nos dieron mapas e informaron sobre los autobuses de la
zona.
Aunque estos salen desde allí mismo (y había ya gente esperando), nosotros
preferimos irnos en tren hasta la estación Kamegawa (un par de paradas), puesto
que teníamos el JR Pass, y allí tomamos el bus para llegar a los dos jigoku de la
zona.
Después de verlos todos, creemos que (en nuestra opinión) éste es el
mejor orden para verlos ya que nos pareció ir de menos bonito a más.
El bus nos dejó justo enfrente de ellos. Y empezamos por el Tatsumaki jigoku:
un géiser que entra en erupción cada media hora aprox y suele durar varios
minutos.
Tuvimos la suerte de llegar justo cuando se activaba, así que no nos tocó
esperar.
Comentar que esto de los infiernos es por y para el turismo. Así que
encontraréis tiendecitas con souvenirs, dulces, helados, bebidas, etc. en cada
uno de ellos. Alguno incluso con cafetería.
Justo al lado se encuentra el Chinoike jigoku (infierno del estanque de
sangre): con un color de agua muy característico y fotogénico.
Al salir, volvimos a tomar el bus para llegar a la zona de los otros
infiernos. Aquí el ambiente es diferente al de la estación central: calles mas
anchas y bonitas, todos los locales abiertos y luciendo bien de cara a los
visitantes, grandes alojamientos hacia las laderas y vapor de agua saliendo
por las alcantarillas, detrás de los edificios...
El primero de la ruta es el Shiraike jigoku (infierno del estanque blanco). Aunque más que blanco, cuando fuimos estaba de un tono verdoso.
Algo que no nos gustó, y que no sabíamos, es que tienen una zona con acuarios, con peces enormes en peceras pequeñas. Esa parte nos la saltamos y
no creo que hubiera entrado si lo llego a saber.
El siguiente de la ruta tocaría el Oniyama jigoku (infierno de la montaña de los
ogros), pero éste fue el que nos saltamos porque sabía que tenían una
poza con cocodrilos hacinados y nos negamos a ver eso ni a participar de
ello.
Por desgracia, varios de estos infiernos tienen animales en cautividad. De
hecho, hay uno, fuera del pase, que hasta tiene un mini zoo.
En fin... Por suerte, los 3 que quedaban no tenían sorpresas desagradables. Es
más, fueron los que más nos gustaron.
El Kamado jigoku (infierno de las ollas de la cocina) nos pareció divertido.
Nada más entrar te recibe un ogro con una olla de cocinar. ¿Parece un parque
temático? Sin duda, pero fue gracioso el lugar.
Tiene varias charcas con diferentes colores, algunas de barro. En una un hombre iba mostrando como, al hacerle llegar, con un soplador, cierto mineral a la
zona del cráter de barro, empezaba a salir humo.
Además, hay una zona donde puedes hacerte baño de vapor en manos y cara
(inhalarlo) y también beber (por 10¥) agua termal (¡Ojo que quema! Está a
80 ºC), spoiler: ¡Tiene regusto a azufre!
Pero lo que más llama la atención es su estanque central, de un color
azul/blanquecino muy bonito.
Aquí había baños de pies y cafetería, pero estaba muy concurrido, así que
seguimos nuestra ruta.
El Oniishi bozu jigoku (infierno de la cabeza de monje) quizás no sea el de piscinas más llamativas, pero su
recinto lleno de sakuras nos gustó mucho.
Además, las masas de barro gris burbujeante, que parecen las cabezas afeitadas
de los monjes (es lo que da nombre a este infierno), nos parecieron
hipnóticas.
No tenía muchas expectativas puestas, pero nos acabó gustando.
Por último visitamos el Umi jigoku (infierno marino) y, sin duda, éste es el
más bonito. No solo por su charca de un color azul espectacular...
También por sus grandes jardines, con sakuras en flor, otro estanque grande...
Por un pequeño santuario que hay en el recinto...
Y porque tiene los baños de pies más bonitos que vimos en todo el día, además
de haber poca gente en ellos y poder estar un rato relajados.
En la tienda/cafetería se puede comprar huevos cocinados en las aguas
termales por 100¥.
¡Y por cierto! El panfleto que te dan con el pase, tiene unos recuadros para
ir coleccionando los sellos que hay en cada uno de los infiernos. Por supuesto
que lo hicimos. ^_^
Cuando finalizamos el tour, decidimos bajar hasta la zona donde nos había
dejado el bus, porque allí se encuentra un restaurante famoso por su estilo de
cocina: Jigoku Mushi.
En esta zona es típica la comida cocinada al vapor de las aguas termales. Pues
bien, en este restaurante tu seleccionas los productos (o sets) que quieres
comer y te los cocinas en unas cestas al vapor.
Fuimos decididos al lugar, llegamos a las 13:30h y alucinamos con la de
gente que había.
Nos informaron que había 1h de espera para la selección de productos. Después tocaba esperar a tener una vaporera libre y calcular unos 15-30 minutos de
cocinado (depende de los productos). Y luego encuentra mesa para comer, porque la
gente iba de un lado para otro, con sus bandejas, buscando donde sentarse...
Viendo el panorama, decidimos tirar de plan B.
Una amiga me había hablado de un restaurante en la montaña, el Okamotoya, que decía ser el lugar donde hicieron el primer onsen pudding, en la zona
de Myoban onsen. Allí también había una visita curiosa que quería hacer (y
también hay un
onsen pero ese
día estaba cerrado), así que, bus y p'allí que nos fuimos.
Cuando llegamos no había mucha gente, así que pudimos comer tranquilamente. Unos Udon con
huevo cocido en agua termal y un Toriten (pollo frito) con una salsa cítrica,
típico de la zona, por 1265¥, además de un pudding por 300¥. Como veis, el
precio de la comida es muy barato y estaba muy bueno. Eso sí, aunque el
pudding estaba delicioso, yo sigo enganchada al pudding de leche. jeje.
En el restaurante también tienen una pequeña tienda donde venden sales de
alumbre, medicinales según dicen, y las entradas para el
Myoban jigoku
(200¥), un "infierno" histórico, donde se recogía alumbre desde la época Edo.
Tras comprar las entradas, cruzamos la carretera para entrar en la zona por la que te
dejan pasear. Allí una mujer muy amable nos recogió los tickets, acariciamos a
sus gatetes y entramos para ver como son las cabañas por dentro.
El sitio es pequeño y estábamos completamente solos. Habrá quien considere que
es poca cosa, pero estos pequeños rincones antiguos son los que nos gustan.
Al finalizar decidimos volver al hotel y el bus que pasaba por allí justo nos
dejaba en la estación. Haciendo todo el recorrido de vuelta, constatamos que,
precisamente la zona de la estación central era la más "decadente" de todas.
El resto de lo que vimos era bastante más bonito y lleno de sakuras.
Al llegar al alojamiento preguntamos por los onsens privados (tienen de
diferentes aspectos) y reservamos hora para el que más nos gustó, de aspecto
tradicional (500¥).
Como aún faltaba un rato, nos fuimos a ver los onsens públicos. Y en este
caso, el de chicas resultó ser mucho más bonito (fuimos a una hora que no
había nadie y ambos hicimos foto para comparar).
El privado estaba muy chulo.
Después del baño, nos acercamos a un centro comercial que estaba cerca y
resultó estar también bastante dejadillo, con muchos locales cerrados.
Encajaba en la zona. jeje. Allí aprovechamos para comprar unas bebidas en el
supermercado, un pudding de jersey para el postre y después nos fuimos a por
los takoyakis, que vimos la noche anterior. 12 takoyakis costaban 600¥. Barato y bueno. De hecho nos pillamos dos que había hambre.
Nos volvimos al alojamiento y comimos en una zona común habilitada para ello. Descansamos
y a preparar la vuelta a Tokyo, empezaba la etapa final del viaje.
Sobre Beppu decir que, aunque algunos de los infiernos nos gustaron, al final es lo que es: Un tanto turistada.
Si pilla de camino pues no está de más pasar, o lo combinaría con otras visitas en la zona de Oita, algún ryokan bonito fuera de la ciudad, incluso como nosotros con Kurokawa... Pero ir hasta ese extremo de Kyushu solo por sus infiernos, quizás no lo aconsejaría. Invertiría ese tiempo en otras visitas.
Peeeero para gustos, viajes.
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