Este día visitamos una de las reconstrucciones de castillos más
impresionantes de Japón: el castillo de Kumamoto.
Fue construido a principios del s.XVII por el señor feudal Kato Kiyomasa
(considerado un innovador y genio de la ingeniería civil de la época), con la
finalidad de ser una fortaleza inexpugnable.
Y cumplió bien con su función, incluso unos años después de la restauración
Meiji, en 1877, cuando Saigo Takamori y sus samuráis intentaron hacerse con
ella durante su alzamiento.
A pesar de estar en inferioridad numérica, las fuerzas gubernamentales
aguantaron el asedio durante dos meses, y tras eso, el bando de Saigo no pudo
hacer más que retirarse, siendo el inicio del fin de la Rebelión de Satsuma.
Se dice que Saigo habría atribuido su derrota al mismísimo Kato (por haber
planificado y construido un castillo tan inexpugnable).
A pesar de aguantar el asedio, un incendio acabó con la torre principal y a
día de hoy aún no se saben 100% las causas.
La mayoría de estructuras actuales son una reconstrucción de 1960 (muy poco
se conservó de la época original) que, para más inri, se vio muy afectada en
2016 por un gran terremoto que asoló la prefectura.
Los daños fueron tales, que a día de hoy aún están con obras para volver a
levantar y asegurar muchas de las estructuras afectadas. Y se calcula que
hasta 2038 no estará todo restaurado completamente.
Por suerte, lo primero que hicieron fue rehabilitar la torre principal y
nosotros ya pudimos visitarla. La lástima es que el Palacio Honmaru Goten aún
estaba cerrado y nos consta que era una zona preciosa de visitar.
La entrada cuesta 800¥, pero se puede comprar una combinada por 860¥ en la que
entra un pequeño museo del castillo llamado Wakuwaku-za.
Este museo se encuentra en una zona llamada Sakurano-baba Josaien, a los pies
de la fortaleza, pero primero visitamos el castillo.
Recomendamos bajarse la app que mencionan en el panfleto en inglés que os dan
a la entrada. Nosotros no caímos en ello hasta más tarde y resulta que toda
la información que no está en inglés en el interior del castillo, donde hay
exposiciones tipo museo, estaba en la app.
Los terrenos son grandes, pero como están en obras, han levantado unas
pasarelas por las que caminar de forma segura, ya que muchos muros siguen
inestables y medio derruidos.
A lo largo del paseo, hasta la esplanada de la torre, han colocado paneles con
fotos y explicaciones sobre cada una de las estructuras que se observan y que
ahora están siendo rehabilitadas.
Por fuera, el edificio principal impone.
La lástima es que antes del terremoto, a pesar de haberse reconstruido en
cemento, habían decorado los interiores simulando el original: con madera y
escaleras inclinadas (podéis verlo en el diario de mi compi
Creciendo con mis viajes). Pero tras esta última catástrofe, aparte de añadir sistemas de seguridad
a las vigas y cimientos, han optado por hacerlo todo muy accesible y
eliminado ese aspecto antiguo. Ahora todo es cemento y paredes de museo.
A nosotros, nos parece genial que sea accesible, por supuesto, pero nos
preguntamos si no habría una forma de haber fusionado ambos aspectos.
El recinto es precioso, y tanto la esplanada como los caminos que lo rodean y
el borde del foso, están llenos de cerezos, cuya floración pudimos disfrutar.
A pesar de no poder andar libremente por todos los rincones, pudimos
acercarnos, un poco, a la torre Uto, una de las pocas estructuras que se
conservan de la época de su construcción.
Mientras nos íbamos, comentamos que es una lástima que no se pudiera visitar
todavía el palacio y el resto de rincones. Puede que no sea uno de los 12
castillos que se conservan de origen, pero sin duda, es uno de los más
impresionantes de visitar por todo su conjunto.
Nos dirigimos al Sakurano-baba Josaien, devolviendo por el camino el saludo a unos niños que
nos dijeron "HELLOUUU!" (aunque por sus ojos fuera de órbitas, no esperaban que
yo les hablara en japonés jeje)
Es una zona llena de tiendas con productos locales (entre ellos un maravilloso
té) y restaurantes que intenta recrear un poco el ambiente de la época
Edo.
Aquí visitamos el museo Wakuwaku-za, donde vimos un video sobre la
Rebelión de Satsuma y el asedio al castillo. Y aunque tenían información en
inglés, es un lugar pequeño, pero por el costo de la entrada bien merece
echarle una ojeada.
Nos tomamos unos helados (El mío de matcha al estilo sopa zenzai: con judía
roja dulce y mochi. El de Jordi de soja tostada), compré té (que me dieron a
probar y estaba buenísimo) y vimos a unos samurais animando el cotarro.
Después del breve descanso, decidimos rodear la muralla para realizar un par
de visitas.
El santuario Kumamoto-jo Inari, construido a la llegada de Kato Kiyomasa, para
velar por la protección del castillo.
Y de ahí al Santuario Kato, fundado a inicios del periodo Meiji. Es el lugar
donde se venera al señor feudal y, entre otros, vienen a mostrar sus respetos
y orar arquitectos y constructores.
Este lugar no pudimos disfrutarlo mucho porque había una especie de mitin
político (de la derecha), con sus megáfonos y grupo de gente trajeada por
medio.
Cerca de allí está la antigua Residencia Hosokawa, la familia samurai que
gobernó la zona tras el clan Kato, pero cuando fuimos todavía se encontraba
cerrada por los efectos del terremoto. Así que, desandamos el camino y
entramos en el edificio del ayuntamiento, el cual tiene buenas vistas al
castillo desde la planta 14 y es de acceso gratuito (nosotros preguntamos en
información y nos indicaron el ascensor).
Como ya era la hora de comer, nos acercamos a unos grandes almacenes cercanos
(suelen tener siempre algún piso con restaurantes) y acabamos comiendo unos
okonomiyaki. Uno al estilo Osaka y otro estilo Hiroshima (con fideos).
Los dos platos costaron 2680¥.
Tras comer con calma, nos dirigimos al Kumamon Square, la oficina de Kumamon,
la mascota más guay de todo Japón (y esto no tiene discusión alguna xD).
Yo soy muy fan de él y sabía que a ciertas horas podías ir a verlo en persona. Por aquel
entonces había que ir un rato antes para pillar número. Me lo habían
explicado por email (en japonés) pero quería confirmar la dinámica antes, así
que nos pasamos a preguntar in situ.
Me explicaron que lo había entendido correctamente (así que al día siguiente
mi misión era encontrarme con Kumamon), dimos una vuelta por la oficina
haciéndonos fotos y cotilleamos la tienda.
Aunque por aquel entonces tenían poca cosa, porque en unos días cerraban para
estar varias semanas de reformas.
En el próximo post daremos más info del lugar, ya que esto solo fue una toma
de contacto, para ir a tiro fijo a la mañana siguiente.
Justo al lado se encuentra un pequeño rincón que nos gustó mucho y no es apenas
transitado. De hecho, estuvimos solos: la antigua casa de Lafcadio Hearn.
Lafcadio, también conocido por su nombre japonés Koizumi Yakumo, fue un
escritor británico del s.XIX, famoso por ser de los primeros en escribir sobre
Japón.
Se acabó quedando en el país y teniendo una familia mientras ejercía de
profesor. Y fue su mujer la que le empezó a explicar relatos sobre el folklore
del país. De ahí surgieron algunos libros sobre los espíritus y fantasmas
japoneses, del cual yo tengo una preciosa edición ilustrada por Benjamin
Lacombe: "Espíritus y criaturas de Japón".
En esta casa residió durante 3 años, y ahora se puede visitar de forma
gratuita y aprender curiosidades de su vida.
Como es una casa tradicional japonesa, nos descalzamos en la entrada mientras
los gestos y saludos de dos hombres mayores nos invitaban a
entrar.
Nos preguntaron nuestra procedencia, chapurreando inglés, y al ver que yo
sabía japonés se sorprendieron y nos mostraron varios detalles de la casa. Hablamos de España, de si era conocido o no el autor en nuestro sitio de origen (spoiler: No), etc.
Fueron muy amables y también nos dejaron momentos a solas para que pudiéramos
leer los paneles informativos y ver la exposición con calma (está todo bien
explicado en inglés).
Esta pequeña visita nos gustó mucho, incluso a Jordi que no conocía al autor y cuya vida le resultó bien interesante.
Además, los señores mayores fueron muy majos, intentando hablar con Jordi en
inglés al ver que yo le tenía que traducir del japonés.
Nos despedimos con muchas sonrisas y varias reverencias y tomamos rumbo al
centro comercial que estaba enfrente del hotel.
Quedaba en el tintero ver unos jardines tradicionales en la ciudad, pero
cerraban en breve y con Jordi dolorido por la bronquitis, no queríamos forzar. Sencillamente nos paseamos por las tiendas frikis, por la shotengai del hotel (calle comercial techada), hicimos lavadora y
cenita en el sukiya.
Tocaba descansar para el encuentro del día siguiente. ^_^
No hay comentarios:
Publicar un comentario