Tras la excursión al santuario Yutoku Inari, decidimos aprovechar que Dejima
cerraba a las 21h (raro en un museo) para visitar uno de los puntos más
famosos de la ciudad: la que fue la única puerta de entrada al país del comercio
exterior durante el periodo de aislamiento, la época Edo.

Dejima, que significa "Isla de salida", es una isla artificial construida en
1636, en el puerto de Nagasaki, con el fin de albergar a los comerciantes y
residentes portugueses/españoles y controlar así sus actividades misioneras,
que habían sido prohibidas.
Para resumir mucho la historia, a lo largo de la segunda mitad del siglo
anterior, fueron llegando barcos portugueses a las costas de Kyushu para
comerciar (Entre otras, trajeron armas de fuego, que los señores feudales de
Japón ansiaban para las guerras que se estaban librando. Desmitifiquemos la
película del último samurái). Pero junto con los comerciantes, llegaron
misioneros con el fin de evangelizar, el modus operandi del catolicismo allí
donde iba.
Tras varios incidentes, entre ellos la ejecución de los 26 mártires o la
rebelión de Shimabara, y la prohibición de cristianismo, finalmente en 1638 el
shogunato tomó la decisión de expulsar a los portugueses y españoles.
Permitiéndose quedar a los holandeses protestantes, que habían ofrecido
tratados comerciales sin pretender evangelizar a nadie. Estos fueron los
únicos occidentales que tuvieron contacto con Japón en los dos siglos de
aislamiento siguientes y a través de los cuales, Japón no solo comerciaba, sino que obtenía información de lo que sucedía afuera.
Eso sí, se trasladaron a Dejima, donde fueron sometidos a estrictos controles.
Nadie podía entrar ni salir de la isla sin permiso (y eran contadas personas
las que podían hacerlo) e incluso hubo artículos prohibidos, como libros
relacionados con la religión.
A día de hoy, la isla artificial ha quedado engullida por la ciudad, que le ha
ido ganando terreno al mar. Además, tras la apertura del país, fue cayendo en
desuso y casi desaparece. Pero por suerte en los años 90 se empezó un plan de
recuperación, para reconstruir los edificios tal y como eran, creando un
museo al aire libre.
La entrada cuesta 520¥ y para llegar, desde la estación central, hay que
subirse al tranvía de la línea azul (Chin-Chin Densha como le llaman los
locales) y bajarse en la parada con el mismo nombre de Dejima.

En una de las últimas fases de reconstrucción, han recuperado el puente
de entrada, el único nexo que había antaño entre la isla y tierra japonesa.
En un futuro quieren recuperar el muelle, más canales e incluso hacer llegar
uno de ellos hasta el puerto. Pero a día de hoy ya han reconstruido muchos de los
edificios y almacenes. Resultando ser una visita muy completa e
interesante.


Algo que te llama la atención, nada más entrar, es el reducido tamaño del
lugar: 120m de largo y 75 de ancho. A la que te descuidas ya llegas al otro
extremo.

De lo primero que visitamos fue un pequeño jardín con una maqueta de la isla.
Donde se puede ver bien la forma de abanico que tiene. Detalle: Si os fijáis
en las matrículas de las motos de Nagasaki, tienen esa misma forma, la de la
isla de Dejima (esto lo sabemos gracias a nuestras amigas de Japonés con Nipponismo ^_^ ).

Después fuimos explorando las diferentes dependencias donde hay información, en inglés, sobre para que servía cada lugar, como era el día a día, la
dinámica comercial... Algunos eran almacenes, con una parte recreada y otras
zonas dedicadas a exposiciones, donde también se exponen los objetos
encontrados en el lugar. También vimos alguno casi vacío, en el que suponemos
que acabarán poniendo exposiciones o igual usan de modo puntual.

Otros, las residencias de los altos cargos, tienen zonas con recreación de las
diferentes salas, en las que te has de descalzar para verlas.
El más llamativo es la residencia del director.

Tanto por fuera, como por dentro. Puesto que allí se realizaban reuniones,
fiestas... y es curioso ver como se fusionaron los elementos japoneses dentro
de las construcciones de estilo europeo.

En total estuvimos casi 2h, un poco menos, entrando a los edificios y leyendo
bastantes de los carteles. Aunque priorizamos los que explicaban la vida en el
lugar e historia. En las exposiciones de objetos mirábamos los que más nos
llamaron la atención. Si se quiere leer todo al pie de la letra, hay que
calcular más rato de visita.
Recuerdo que lo que más me marcó fue saber que allí solo dormían los altos
cargos. Y la mayoría de espacios eran almacenes. La tripulación normal se
quedaba en el barco (desembarcando a ratos) y a partir de finales del s.XVIII
ese barco estaba allí un año, hasta que llegaba el relevo. Cuesta entender
como lo aguantaban.
Al salir, nos acercamos al parque que hay al lado del muelle de Dejima, que
estaba iluminado y tenía también cerezos en flor.


Allí nos llevamos la sorpresa de ver a un grupo cantando música de Sister Act
mientras retransmitían en directo. Nos sentamos a escucharlas (nos encantan
esas canciones) junto con un par de personas más y les sorprendió nuestro
aplauso al finalizar una de las canciones. jeje
Pues ahí estuvimos un rato, disfrutando de las canciones, y finalizamos el día
paseando por el muelle, donde hay muchos restaurantes, entre ellos uno de la
cadena Ringer Hut (donde cenamos el día anterior).

Pero hoy tocaba cenita en casa. Además de un toque dulce gracias a los
Nerikiris, unos dulces tradicionales que llevan pasta de judía blanca y suelen
tener unas formas preciosas, que habían comprado Laura y Hira.

El día había cundido y tocaba descansar, que por la mañana Laura y Hira nos
habían preparado una ruta por la zona de Teramachi, para ver el puente más
famoso de la ciudad y comer delicias chinas de las buenas.
Como en el post anterior, flipo con lo que visitáis... ^_^
ResponderEliminarNagasaki no es muy conocida y merece mucho la pena!! ^_^ a ver si no tardo en escribir y os muestro otros rincones muy interesantes!
Eliminar