Milán, hogar de los Sforza.

Esta escapada de fin de semana surgió de imprevisto, gracias a una oferta que vimos en el facebook de "Guía Low Cost". 

¡Había la posibilidad de encontrar vuelos por 10€ i/v! Pero nosotros no teníamos mas días de vacaciones y no queríamos gastarnos mucho en alojamiento. Tras tantear destinos de fin de semana, preguntar a mis compañeros italianos y encontrar un alojamiento barato le plantee los números a Jordi:

Vuelos a Bérgamo: 20€ i/v los dos.

Alojamiento B&B Bonomelli: 58€ con desayuno.

Bus Terravisión desde el aeropuerto hasta Milán: 10€ los dos.

Tren de vuelta a Bérgamo: 9,20€ los dos.

Creo que cuando leí el ¡Ok! yo ya estaba apretando los botones de "Confirmar" jeje ¡Nos íbamos de escapada Express a Milán y Bérgamo!

Tuvimos poco tiempo para planificar, así que no llegamos a tiempo para reservar la visita para ver "La última cena" de Leonardo da Vinci. Si os interesa tened en cuenta que hay que mirarlo con tiempo.

Pero, por suerte, a la oficina de Turismo de Bérgamo le dio tiempo a enviarnos una mini guía en español y un mapa, porque en la Lonely Planet de Milán no sale nada de esta población. Me parece raro, la verdad.

También podéis recoger la pequeña guía en la misma oficina de turismo de la propia ciudad, pero así nos daba tiempo a organizarnos antes un pelín.

Aterrizábamos en Bérgamo a primerísima hora. Si se quiere ir hasta Milán en tren, primero hay que tomar un bus del aeropuerto hasta la estación de tren de Bergamo. Así que optamos por ir directamente a Milán con los buses Terravisión y todo fue perfecto. A las 9:30 estábamos ya en la estación central de Milán.

Y aquí nos topamos con lo que sería una constante en la ciudad: ¡Obras! En 2015 tienen la Expo y cuando fuimos (Octubre 2014) pillamos todo patas arriba para adecentarlo...

De la estación nos impactaron dos cosas: Su majestuosidad (parece ser que de estilos Art Noveau y Art Deco, segun la Wikipedia), con la que Mussolini quiso plasmar el poder fascista y la cantidad de indigentes que había en los alrededores. 

Parecía que en Milán no todo iba a ser el lujo de las grandes marcas de moda...

Desde allí cogimos el metro para ir al Duomo. Compramos el bono diario (4,5€), puesto que calculé los trayectos que haríamos y nos salía a cuenta.

Al llegar a la plaza del Duomo el sol estaba de cara, así que Jordi hizo "filigranas" para sacar algunas fotos decentes, mientras yo desayunaba el bocadillo traído de casa (viaje lowcost jeje) y contemplaba la catedral.
Esta se empezó a construir en el S.XIV, pero no fue hasta 1805 cuando Napoleón acabó de costear los gastos que lograron acabarla.
Me gustó mucho por fuera. La fachada blanca con tanto detalle... realmente precioso.
Eso sí, también había andamios en algunos puntos de la catedral y en la entrada a las Galerías Vittorio Emanuele II. 

A primera hora de la mañana había poca gente y cometimos un error: No subir directos a las terrazas. 
En la guía no ponía que el acceso a las terrazas era por el exterior, en el lateral izquierdo, así que fuimos a las taquillas a comprar la entrada para subir (7€ si subes a pie), y decidimos entrar al Duomo pensando que el acceso estaba dentro.
Para entrar había cola y unos militares revisaban las mochilas y bolsas. Me sorprendió porque no lo había leído en ningún otro lado y creo que el motivo de ese control era un evento que pillamos dentro.
Al pasar al interior vimos mucha gente sentada en los bancos, en una zona central acordonada y unas pantallas que retransmitían una ceremonia llena de obispos... ¡Estábamos en plena ordenación! (modo irónico ON) ¡¡¡Vaya suerte!!! (modo irónico OFF).
Pues nada, parte de la catedral estaba vetada y el resto me pareció bastante oscura. Me gustó mucho mas por fuera, la verdad.
Por cierto, si quieres hacer fotos en el interior has de pagar 2€, pero vimos a mucha gente saltándose la norma, así que sacamos unas cuantas de estrangis.

Tras dar una pequeña vuelta por la parte que no estaba acordonada, vimos que ahí dentro no estaba el acceso a la terraza.
Al salir y doblar la esquina, ¡nos dimos cuenta que podíamos haber subido gratis! Había un evento de una asociación cardiológica, y, a cambio de inscribirte y que te tomaran las constantes antes, durante y después de subir, tenías la entrada gratis y un agua... ¡Jooooooooooer! Y nosotros sin saberlo. xD 
Pero bueno, ya había bastante cola de gente para inscribirse y decidimos pasar. Total, ya teníamos las entradas. Fue un acierto...

No sabemos si era por la obras o es que siempre es así, pero la subida y bajada eran por el mismo lado. En algunos puntos el acceso era tan estrecho como para caminar en fila india y tenías que esperar a que pasaran unos cuantos en sentido contrario, así es que tampoco es que llegaras muy cansado tras subir los 165 peldaños.
Subir creemos que valió la pena, porque puedes ver bien de cerca los detalles de los pináculos y la fachada. Realmente bonito. Lástima de las zonas con andamios o directamente cerradas. 
Las vistas también son bonitas, o, mas bien, serán, una vez quiten todas las grúas montadas por la Expo a lo largo de la ciudad. :-)

Tras un rato de fotos decidimos bajar y ¡vaya follón! Había muchísima gente subiendo, tardamos mas en descender por tener que ir dejando paso constantemente. Así que menos mal que no nos esperamos mas rato para subir. Mi consejo es que subáis a primera hora, antes de que se llene.

De vuelta a tierra firme, fuimos a pasear por la galería, un pasaje neoclásico muy bonito y lleno de tiendas de marca, donde encontraréis la típica atracción de muchos destinos turísticos tipo "si haces esto aquí tendrás suerte/volverás/encontraras el amor de tu vida..." En este caso, consiste en clavar el talón en los testículos de un toro que hay en el suelo y dar tres vueltas hacia atrás. 

Al salir, me tomé un helado buenísimo de pistacho (¡Como lo echaba de menos!) en la heladería Grom, por tan solo 2,5€. Está casi enfrente del teatro de la Scala, que estaba cerrado en ese momento.

De ahí, nos fuimos andando hasta el "Cuadrilatero de Oro", donde callejeamos entre tiendas hiper-mega caras super fashion de la muerte y Ferraris que no dejaban de pasar. 

Como tampoco somos mucho de moda, tras ver un poco el panorama (menudo contraste con la zona de la estación) y flipar con los precios, nos fuimos paseando hasta el Castillo Sforzesco.

Antigua fortaleza que fue la residencia de la poderosa dinastía Sforza, gobernantes de Milán durante el Renacimiento y que, a los gamers, os sonará por Assassin's Creed.
Las defensas del edificio fueron diseñadas por Da Vinci.

Actualmente alberga 7 museos y eso nos decepcionó un poco. Nos gustaría que se conservara como castillo en sí. Poder visitarlo con sus estancias tematizadas, como hemos hecho en otros lugares. Pero bueno, dimos una vuelta por fuera y por el patio interior y pudimos usar los baños y reponer agua en las fuentes.

Fuera del castillo está el Parco Sempione, que fuera el coto de caza de los Sforza. Actualmente es un parque bastante grande, con varios puntos de interés, como el "Arco de la Paz" de Napoleón, que marca el "corso Sempione" que une Milán con París.

Nos acercamos a la "Arena Cívica", un polideportivo inspirado en el Circo Massimo de Roma e inaugurado por Napoleón al mas puro estilo emperador, con carreras de cuadrigas, etc. Justo ese día estaban celebrando una competición de atletismo y pudimos entrar a verlo.

Después, paseamos un poco por el parque donde vimos, de nuevo, bastante indigente por los alrededores de la Arena. Nos chocó porque no lo había leído en otros diarios, y no se si es porque zonas como la estación están en obras y se han "trasladado" o porque la gente no se ha acercado a esa zona del parque... pero nosotros vimos bastantes.

Era la hora de comer y decidimos volver caminando al Duomo. En la avenida principal que conecta los dos puntos solo vimos restaurantes caros con terraza, de esos que nos recordaban sospechosamente a los de las Ramblas de Barcelona (y cualquiera que viva en Barcelona, sabe que NO hay que comer en los restaurantes de las Ramblas xD) así que, como yo ya desfallecía, decidimos no arriesgar y comer en el Mc Donald's que hay en la plaza del Duomo. Por la noche ya buscaríamos algo digno de Italia. jeje
Y ahora que ya no estaba el sol de cara, pudimos hacerle fotos decentes.

Resulta que el Mc Donald's tiene salida a un lugar que yo quería visitar, la "Plaza de los Mercaderes". Un pequeño rincón, justo al lado de la plaza principal, lleno de tranquilidad, con edificios de aire medieval (S.XIII al XVII) y que descubrí gracias a Tales of a Wanderer. Merece la pena asomarse a ella, y es curioso porque apenas entra gente, estando tan cerca del Duomo.

Tras disfrutar un poco de la tranquilidad de la plaza, tomamos rumbo a la zona de los Navigli, los canales. Tenía muchas expectativas puestas en esta zona. Todo el mundo decía que era lo que mas valía la pena, así que el planning era pasear por la zona y quedarnos a tomar uno "aperitivos" como cena. Pagas una copa y tienes acceso a unas tapas que ponen tipo buffet.
Pero al llegar... ¡Los canales estaban drenados! Toda la zona levantada por obras y con maquinaria de por medio.

Empezaba a odiar a la Expo... jaja. En fin, que con ese panorama no nos dieron muchas ganas de quedarnos hasta la hora de cenar, y el resto de ciudad no nos había fascinado tanto como para seguir callejeando, así que decidimos ir tirando con calma hacia Bérgamo y cenar allí.
Como valoración rápida Milán no nos ha cautivado. Sí que tiene monumentos bonitos, pero el conjunto, como ciudad... pues como que no. Quizás le haya penalizado el que visitáramos poco antes Roma.

Volvimos a Bérgamo en tren y yo me notaba cansada y algo chafada, así que fue buena idea volvernos para cenar cerca del alojamiento. Éste está en la misma calle de la estación y al llegar choca un poco porque la mayoría de gente que ves a los alrededores son inmigrantes. Aun así, hay que decir que los ratos que estuvimos paseando no nos sentimos inseguros ni vimos nada malo. Creemos que simplemente es un barrio obrero, donde la mayoría de tiendas son de inmigrantes. Nos recordó un poco a Términi en Roma.
El B&B se encuentra dentro de un edificio de viviendas normal y corriente. Cuesta un poco encontrarlo si vas buscando el típico cartel luminoso, pues solo se distingue por una pequeña placa en el portal. A tocar el timbre te abren y hay que bajar al sótano (nosotros nos rallamos y no encontrábamos por donde era y tuvo que subir la chica a buscarnos jaja). Después del típico check-in y explicaciones pertinentes, la chica nos dio un mapa y varios consejos de lugares para visitar... muy amable la verdad. Además nos indicó una zona cercana donde había bastantes restaurantes donde cenar comida italiana.

La habitación era grande y renovada con una buena señal wifi. Al llegar, descargamos todo y me tomé la temperatura por que no me sentía muy bien. El termómetro indicaba que tenía unas décimas, así que me dispuse a plantarle cara al gripazo que se estaba gestando con nuestro mini-botiquín, y a cenar antes de que me encontrara peor.

Nos metimos en el restaurante "Ancora" donde comimos una pizza y unos Gnocchi alla sorrentina muy buenos y abundantes. Salimos por 22€ los dos y muy contentos por volver a probar la gastronomía italiana. ^_^

Después de llenar el estómago tocaba arrastrarme hasta la cama y rezar al MEV para que al día siguiente no hubiera empeorado.



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