18 de mayo de 2019

Safari Tanzania: Parque Nacional Tarangire

En nuestro primer día de safari en Tanzania descubrimos el Parque Nacional de Tarangire. 
Hasta aquel entonces, un desconocido para nosotros. Pero que acabó resultando una sorpresa increíble, tanto en avistamientos de animales como por el precioso entorno donde destacan los baobabs. 

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Partimos desde Arusha y nos llevó casi 3h en coche para llegar al parque. 
De camino, empezamos a familiarizarnos con nuestros guías de Udare (Lázaro y Bruno), así como con la dinámica que llevaríamos durante el safari: tema bebidas, picnic del mediodía, zonas con baños, etc. 
No dejamos de hablar de la cultura del país, comparar con el nuestro, hablar de las familias... Nos gustó mucho ver que ellos también sentían curiosidad. 

Tras tramitar la entrada al parque y abrir la parte superior del techo para poder hacer fotos durante el safari, Lázaro nos dio datos sobre la zona, nos mostró los famosos baobabs, de los cuales probamos su fruto, y nos habló del tema de la mosca tse-tse, que hay mucha en esa zona, y de como intentan controlar la plaga a través de unas telas azules y negras (que las atraen, así que evitar ropa de esos tonos).

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¡Y por fin tocaba entrar al primer parque!
Tarangire tiene casi 3000km cuadrados, alberga la segunda mayor concentración de fauna de Tanzania, tras el Serengeti, y la primera de elefantes. Eso sí, es uno de los más calurosos y la verdad que lo sufrimos, tocó hidratarse a base de bien.

Nada más entrar vimos unas pocas cebras a una cierta distancia y claro: ¡Cebras! Las primeras que ves y tu quieres hacerle mil fotos...
Creo que los guías ya se esperan esa reacción. jeje Tras hacerles unas pocas fotos nos insistió en que veríamos muchas más y de más cerca. Que confiáramos en ellos.
Y eso hicimos. Si algo aprendimos rápido fue a hacerles caso a ellos, a su vista, a su instinto y a la información que les llegaba por radio.

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Al cabo de poco rato nos encontramos con una imagen impresionante: una manada de leonas con sus cachorros alimentándose de un búfalo.

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Tras unas pocas fotos nos retiramos para que comieran tranquilos y seguimos recorriendo con paciencia el parque, disfrutando de los encuentros con jirafas y babuinos (van en manadas enormes).

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Antílopes de agua.

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Manadas de Impalas.

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Búfalos. ¡Empezábamos a tachar Big Five de la lista! Aunque en este parque los vimos de lejos. Tendríamos ocasiones mejores los días siguientes.
Los Big Five son los 5 animales que se consideran más peligrosos para los cazadores: leones, leopardos, búfalos, rinocerontes y elefantes.
Otros pequeños animales como las mangostas o los facoqueros, que mira que son graciosos cuando corren en fila con la cola levantada. jeje

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Y por fin los primeros elefantes... Realmente impresiona tenerlos cerca. Creo que es uno de los que más impacta. Y más cuando el guía te dice que es al que más respeto le tienen y que intentemos no hacer ruido para no molestarlos.

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A cada animal que nos encontrábamos Lázaro nos comentaba peculiaridades, datos, como diferenciarlos de otros semejantes... Aprendimos mucho.

Pero si algo me emocionó fue el primer encuentro con un guepardo. ¡Mi animal favorito!

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Siempre dije que renunciaría a los Big Five solo por poder ver un guepardo. Y el primer día ya lo logré. ¡Sueño cumplido!
Estuvimos un buen rato observándolo estirado, casi solos.

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Al rato empezaron a aparecer más coches (se avisan entre ellos por radio), y el felino decidió intentar cazar unos impalas que estaban cerca, realizando un lento acercamiento.

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Sin embargo en algún momento debió cambiar el viento de dirección y los impalas lo detectaron. Ese día no veríamos cacería.

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Pero habíamos estado un rato largo fascinados con el guepardo (en cuanto Lázaro supo que era mi favorito, no dudó en detenernos el tiempo que hiciera falta para disfrutar de un encuentro que resulta difícil).

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Tarangire no solo es un buen parque para los elefantes, también se pueden avistar grandes felinos, así que su visita resulta muy interesante en ese sentido.

Después pusimos rumbo a la zona de picnic, sin dejar de encontrarnos a manadas de elefantes. Incluso una bonita estampa a la sombra de un baobab. Los dos símbolos del parque juntos.

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En la zona de picnic (donde hay baños y mesas), comimos con nuestros guías.
Esto puede resultar obvio para algunos, pero vimos muchos turistas que se sentaban aparte de sus guías. Por un lado nos parece fatal por cuestión de respeto, crear vínculo con la/s personas que te acompañan tantas horas en esta aventura y que intentan hacer de tu visita algo inolvidable, lo vemos algo esencial. Pero en este lugar en concreto además resultó ser muy mala decisión por su parte debido a unos pequeños ladrones: Los monos de cara negra (mono vervet).

Lázaro nos advirtió rápido de cerrar todo el coche y vigilar bien tanto nuestras pertenencias como la comida.
Pero al rato observamos que la mayoría de monos no se acercaban a las mesas donde habían adultos nativos (pero sí donde había escolares), su objetivo principal eran las mesas de "turistas blanquitos que les hacen gracia los monillos y no vigilan".

Vimos auténticas tácticas de distracción, dignas del mayor de los ladrones. Y Jordi quedó impresionado al ver como sabían abrir perfectamente el film que rodeaba un sandwich...

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Bromas aparte, hay que intentar evitar que se hagan con nuestra comida, porque puede sentarles mal, porque no es bueno que interaccionen con nosotros y porque, no olvidemos que, son animales salvajes y pueden reaccionar violentamente.

Las cajas de picnic son muy completas. Un plato principal que o bien era pollo (muy bueno) o ternera y patatas de acompañamiento o ensalada de pasta. Más algún tipo de sandwich, pieza de fruta, zumo, snacks varios... Jordi y yo comemos poco y siempre nos sobraba la mitad, así que luego se lo dábamos a los guías por si lo podían repartir a algunos niños.

Desde esa zona, un punto elevado, se tienen vistas a un río, por el que justo pasaba una manada enorme de elefantes. Fue una visión preciosa.

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Tras la comida seguimos la ruta disfrutando de más babuinos, avestruces... estuvimos parados un buen rato al lado de una manada de elefantes con varias crías (son preciosas) que estaban comiendo. Pudimos observar detenidamente como limpian las raíces de las hierbas para quitarles la tierra.

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Y antes de irnos, les vimos bañándose en una charca con barro, tanto para refrescarse como para combatir los parásitos.

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No sabíamos que esperar de Tarangire y fue una grata sorpresa.
Nos regaló las primeras imágenes de grandes felinos, entre ellos el escurridizo guepardo. Y la posibilidad de admirar de cerca a los majestuosos elefantes. Es un animal que transmite mucha paz pero a la vez mucho respeto.

Más que satisfechos con nuestro primer día, tomamos rumbo a Karatu donde dormiríamos (ver post alojamientos). Unas dos horas y media de camino, donde empezamos a vislumbrar aldeas masai y Lázaro aprovechó para seguir contándonos curiosidades de su tribu.

Tras algo más de 4h de safari y varias de carreteras estábamos cansados pero emocionados. Tocaba relajarse en el hotel, cenar pronto y recuperar fuerzas para la siguiente visita: ¡el famoso Ngorongoro!


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