Amanecía nuestro último día del Japón 2.0. Ooooh... Pero bueno, una aventura ha de acabar para poder iniciar otra. Y la verdad es que, a estas alturas, estábamos ya físicamente cansados.
El día anterior había trastocado nuestros planes y descartamos hacer la excursión el último día porque no nos la queríamos jugar, teniendo que ir al aeropuerto por la tarde/noche. Así que, nos quedaba el ir a explorar otras zonas de la ciudad o pasear tranquilamente por Ueno.
Como hemos dicho, estábamos físicamente cansados, así que, tras desayunar en el conbini (teníamos uno con mesas cerca del hotel) nos fuimos a pasear por el parque.
Paseamos por alguno de los memoriales que recuerdan la batalla que se llevó a cabo allí, hacia el final de la caída del shogunato y que daría paso a la Era Meiji.
El parque era donde estaba uno de los templos mas grandes y ricos de la ciudad, perteneciente a la familia Tokugawa.
Durante las guerras Boshin quedó destruido y tras la caída de los Tokugawa fue transformado en parque al estilo occidental, donde además erigieron la estatua de Takamori Saigo, uno de los generales de esa batalla y que inspiraría "El último samurai", tras su revuelta a posteriori de la caída del Shogun.
Visitamos el Toshogu, que en el primer viaje estaba en obras. Es otro de los santuarios que honra la memoria de Ieyasu Tokugawa y donde se encuentra un pequeño memorial de la paz, con una pequeña llama (cuesta de ver, pero está dentro de la paloma) que trajeron de la llama de Hiroshima.
Paseamos con calma y decidimos que no había ganas para museos.
Para comer fuimos al Ichiran Ramen a por nuestro último ramen del viaje, y nuevamente lo disfrutamos mucho, aunque era 100 yens mas caro que en Yokohama. (1780 yens los dos).
Después tocaba ir de compras: KitKats, curry, algunas chorraditas de 100 yens... Así que nos recorrimos un par de Takeyas y el Daiso que hay en la zona, con lo que acabamos llenando la maleta.
La última tienda fue el Yamashiroya, donde compramos un par de puzzles muy bonitos. Tras esto, nos sentamos en el Starbucks con una bebida especial de Navidad, sencillamente a descansar y ver pasar la gente. Bueno, yo me entretuve haciendo mi puzzle de Totoro. jeje
Poco antes de ir al aeropuerto nos pasamos a por unos últimos takoyakis y taiyaki (gofre con forma de pez) como merienda y listo, tocaba despedirse de Ueno, de sus callejuelas ya tan conocidas por nosotros, de Tokyo y de Japón.
Recogimos las maletas en el hotel y tomamos rumbo a Haneda, por suerte salíamos del aeropuerto mas cercano.
Todos los tramites fueron rápidos y sin problemas. El tiempo de espera me lo pasé de tienda en tienda hasta que me crucé con unos KitKats de melón de Hokkaido, que acabaron siendo mi última compra (por cierto, están buenísimos).
Haneda es un aeropuerto muy cómodo, con butacas, enchufes por todos lados, fuentes de agua, buena Wi-Fi... Nos encanta, la verdad.
Los vuelos fueron bien, uno de ellos con algo de turbulencias pero nada grave. Cansados eso sí, y es lo que tiene el trayecto de vuelta, el cansancio acumulado.
Ahora bien, al pisar el aeropuerto de Qatar ya me encontré con el primer trabajador borde: un agente de seguridad del aeropuerto. Bien, tocaba mentalizarse, ya no estábamos en Japón...
Nuevamente sabía que eso no era un "Sayonara", y es que si tengo algo claro, es que será un destino recurrente en mi vida. Aunque no el único, claro está. jeje
Pero sigue siendo un país que me cautiva y sigo queriendo recorrerlo más aún... Lo que no sabía en ese momento, es que el destino me haría planificar pronto el Japón 3.0. ^_^
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