Llegaba el día de volver a Arashiyama y darle otra oportunidad al famoso Bosque de Bambú.
En nuestro primer viaje fuimos una tarde de Hanami, lleno de gente, con taxis pasando... y no le acabamos de ver el encanto al lugar.
Esta vez seguimos los consejos de otros viajeros y nos plantamos allí a las 7:00h. ¿Lograría transmitirnos algo de magia?
Llegamos a la estación JR y justo al lado estaba la estación del tren turístico Sagano. Otro de nuestros objetivos ese día era subirnos a ese tren para realizar un trayecto que, según cuentan, es precioso. De hecho, se le conoce como "tren romántico".
Pero a dos horas de abrir la oficina, nos encontramos ya una cola considerable de gente y una persona que organizaba el tema, comentando que los asientos para las primeras horas ya estaban agotados. Y entendimos que ya solo quedaban para ir de pie. ¿? En fin, lo que repetía claramente era eso, que los asientos estaban agotados. Nuestro gozo en un pozo. Por lo visto, en temporada alta hay que intentar reservar varios días antes (puede hacerse en la estación de Kyoto o vía alguna agencia).
Ni siquiera intentamos averiguar si era posible ir de pie, porque eso le hace perder todo el encanto y de romántico le quedaría mas bien poco.
Asumiendo el cambio de planes, nos fuimos paseando hasta el Bosque de Bambú donde, a pesar de no estar solos, pudimos disfrutar con calma del lugar.
El problema vino cuando, en uno de los tramos más bonitos, se plantaron como unos 15 chinos (plantarse literalmente, como que se sentaron y todo) a hacerse selfies durante casi 20 minutos... sin importarles que al final de la calle (fuera ya del bosque propiamente, es decir no molestábamos a nadie) hubiera un grupo de gente (no estábamos solos), con trípodes incluidos, esperando para hacer la foto sin nadie en medio. Véase a los chinos:
Yo aproveché para desayunar sentada mientras, entre los presentes (entre los que había otras nacionalidades asiáticas), se comentaba el ir a decirles algo de una vez. No quiero que suene racista que conste, pero es que siempre que tuvimos problemas de gente acaparando lugares para fotos, que se ponían en medio sin ningún reparo o que se saltaban todas las normas de cortesía, eran chinos. Otra cultura o forma de hacer las cosas...
A modo de comparativa: Estando allí sentados, esperando a que los chinos se movieran, pasó por su lado una anciana japonesa que vivía en las inmediaciones. Iba absorta en sus pensamientos y al levantar la vista y vernos con las cámaras le preocupó el haberse puesto en medio, apuró el paso y nos pidió mil veces disculpas. ¡Señora tranquila! Seguimos teniendo 15 chinos de acampada. Que mal me supo.
Por fin se dieron por aludidos y pudimos hacer alguna fotillo más.
Al poco ya empezó a llegar mas gente y decidimos darnos por satisfechos. Habíamos disfrutado de la zona con calma, sí. ¿Es bonita? Sí. Pero sigue sin ser mágico. No se, hay algo que no acaba de fascinarnos. Supongo que irá a gustos. He visto fotos anocheciendo y me parecen preciosas. Pero en temporadas altas y anocheciendo tan pronto dudamos que sea factible estar tranquilo.
Nos acercamos a la zona del río pero comparado con la época del Hanami, no nos pareció tan bonita. Y es que los cerezos en flor le hacen ganar mucho.
Bien, aún faltaba un poco para la apertura de las tiendas y templos y no quedaban asientos para el tren Sagano, así que, saqué mi lista de lugares, y optamos por dejar la zona e ir al Tofukuji. Un templo al que podíamos llegar en tren y que también tenía fama de ser bonito en otoño.
Nos bajamos en la estación del mismo nombre. Bueno, nosotros y 3/4 partes del tren, que iban con el mismo objetivo. El templo está a unos 10 minutos a pie, pasando por callecitas llenas de tenderetes con dulces y, de la cantidad de gente que éramos, había personal organizando la marcha de los visitantes para no obstruir el paso de los coches. Una locura vamos.
El Tofukuji tiene una zona gratuita y dos de pago: la del puente Tsutenkyo junto con el Kaisando Hall y la del Hojo. Ambas zonas cuestan 400 yens y nosotros optamos por entrar a la primera, puesto que es donde se puede contemplar el Momiji.
El puente es una pasarela de madera techada, de unos 100 metros, desde la cual tienes vistas al jardín. Hay carteles y gente recordándote que no puedes pararte a hacer fotos en la parte central del puente y, aunque algunos se lo pasaban por el forro, nosotros optamos por respetar las normas.
A pesar de que ya iba de baja, en algunas zonas los colores del Momiji seguían siendo preciosos.
Y la zona del Kaisando, con su jardín combinando el verde y el gris de las rocas, también nos gustó mucho.
El recinto es grande y estuvimos paseando un buen rato, tranquilamente. Además, aunque había mucha gente, la mayoría eran japoneses y eso, a la hora de poder hacer fotos sin estresarse, se nota.
A la salida tocó volver a la estación, siguiendo de nuevo las indicaciones de la organización. Ahora había dos columnas, la de llegada y la de salida. ¡Menos mal que lo tenían controlado!
Era pronto para nuestro siguiente objetivo, así que decidimos regresar a Kyoto para comer en el centro comercial de la estación y darnos una vuelta por el Yodobashi Camera.
Finalmente cayeron unos buenos ramens, de miso y de soja, por 1800 yens en total.
La tarde se la dedicamos a uno de nuestros lugares favoritos: El santuario Fushimi Inari, conocido por su cientos de toriis rojas y por salir en la película "Memorias de una geisha".
Dedicado a Inari, Dios del arroz y por tanto, hoy en dia, del "comercio y los negocios". Probablemente su símbolo más conocido es el del "kitsune" (zorro), mensajero del Dios.
En este santuario podemos destacar dos zonas: la parte inferior, donde está el recinto principal y muchas tiendas de souvenirs.
También ahí encontramos el tramo de toriis que aparece en la película y que, como era de esperar, estaba saturado de gente. (Muestra de lo que venimos diciendo, que había mucha más gente, es nuestro primer viaje en 2012. Dejamos la comparativa, casi a la misma hora, dos temporadas altas.)
La otra zona es la parte de subida a la montaña, unos 4km, llena de toriis donadas por empresas y pequeños santuarios que van apareciendo en la subida.
La primera vez que subimos nos gustó tanto que teníamos claro el volver a repetirlo. Además, cuanto más arriba llegas, menos gente vas encontrando y más fácil es hacer fotos en solitario.
Hacia mitad del camino hay un mirador con unas bonitas vistas y lugar de descanso. Es aquí donde la primera vez compramos el helado de "soy bean" que tantas ganas tenía de volver a comer. Y nuevamente solo aquí lo encontramos. Así que ya tenemos una excusa más para seguir subiendo. xD
En este punto el camino se bifurca, por detrás de la tiendecita, y se vuelve una ruta circular. Volvimos a subir por la izquierda y nos encontramos con una torii en "construcción". Cuatro chicos estaban subiendo a pulso uno de los palos verticales. ¡Me quedé blanca! Madre, si yo ya me esforzaba por subir sola... ¡y ellos cargando semejante peso! El que organizaba nos dejó quedarnos cerca a mirar pero pidiendo que, por favor, no les hiciéramos fotos, cosa que respetamos.
Al llegar arriba volví a sentir que cumplía de nuevo una meta y que, seguramente, no sería la última vez. (El que haya un helado buenísimo de por medio no tiene nada que ver... xD) Eso sí, en esta ocasión no nos encontramos ninguna ceremonia especial.
Tocaba bajar, pero al completar la ruta circular y volver al mirador, decidimos pararnos ahí un rato esperando que anocheciera más para hacer fotos.
Cuando ya había caído un poco el sol seguimos descendiendo lentamente, parándonos para que Jordi pudiera hacer fotos nocturnas. Aunque no éramos lo únicos con esa idea y a veces tuvimos esperar.
Lo que nos llamó la atención es que a esas horas aún había gente iniciando el ascenso.
Y de nuevo finalizaba nuestra visita a uno de nuestros "MUST". Aunque es cierto que notamos el aumento de visitantes, no por ello dejamos de disfrutarlo y sin duda volveremos.
Regresamos a Kyoto algo cansados, así que aprovechamos que íbamos a comprar el desayuno para el día siguiente, para comprarnos unos onigiris y nikumans en el conbini y montar la cenita barata en el apartamento.
Al día siguiente visitaríamos uno de los TOP de Japón que, por obras, quedó fuera de nuestro primer viaje: ¿Sería tan impresionante el castillo de Himeji?
Nos bajamos en la estación del mismo nombre. Bueno, nosotros y 3/4 partes del tren, que iban con el mismo objetivo. El templo está a unos 10 minutos a pie, pasando por callecitas llenas de tenderetes con dulces y, de la cantidad de gente que éramos, había personal organizando la marcha de los visitantes para no obstruir el paso de los coches. Una locura vamos.
El Tofukuji tiene una zona gratuita y dos de pago: la del puente Tsutenkyo junto con el Kaisando Hall y la del Hojo. Ambas zonas cuestan 400 yens y nosotros optamos por entrar a la primera, puesto que es donde se puede contemplar el Momiji.
El puente es una pasarela de madera techada, de unos 100 metros, desde la cual tienes vistas al jardín. Hay carteles y gente recordándote que no puedes pararte a hacer fotos en la parte central del puente y, aunque algunos se lo pasaban por el forro, nosotros optamos por respetar las normas.
A pesar de que ya iba de baja, en algunas zonas los colores del Momiji seguían siendo preciosos.
Y la zona del Kaisando, con su jardín combinando el verde y el gris de las rocas, también nos gustó mucho.
El recinto es grande y estuvimos paseando un buen rato, tranquilamente. Además, aunque había mucha gente, la mayoría eran japoneses y eso, a la hora de poder hacer fotos sin estresarse, se nota.
A la salida tocó volver a la estación, siguiendo de nuevo las indicaciones de la organización. Ahora había dos columnas, la de llegada y la de salida. ¡Menos mal que lo tenían controlado!
Era pronto para nuestro siguiente objetivo, así que decidimos regresar a Kyoto para comer en el centro comercial de la estación y darnos una vuelta por el Yodobashi Camera.
Finalmente cayeron unos buenos ramens, de miso y de soja, por 1800 yens en total.
La tarde se la dedicamos a uno de nuestros lugares favoritos: El santuario Fushimi Inari, conocido por su cientos de toriis rojas y por salir en la película "Memorias de una geisha".
Dedicado a Inari, Dios del arroz y por tanto, hoy en dia, del "comercio y los negocios". Probablemente su símbolo más conocido es el del "kitsune" (zorro), mensajero del Dios.
En este santuario podemos destacar dos zonas: la parte inferior, donde está el recinto principal y muchas tiendas de souvenirs.
También ahí encontramos el tramo de toriis que aparece en la película y que, como era de esperar, estaba saturado de gente. (Muestra de lo que venimos diciendo, que había mucha más gente, es nuestro primer viaje en 2012. Dejamos la comparativa, casi a la misma hora, dos temporadas altas.)
La otra zona es la parte de subida a la montaña, unos 4km, llena de toriis donadas por empresas y pequeños santuarios que van apareciendo en la subida.
La primera vez que subimos nos gustó tanto que teníamos claro el volver a repetirlo. Además, cuanto más arriba llegas, menos gente vas encontrando y más fácil es hacer fotos en solitario.
Hacia mitad del camino hay un mirador con unas bonitas vistas y lugar de descanso. Es aquí donde la primera vez compramos el helado de "soy bean" que tantas ganas tenía de volver a comer. Y nuevamente solo aquí lo encontramos. Así que ya tenemos una excusa más para seguir subiendo. xD
En este punto el camino se bifurca, por detrás de la tiendecita, y se vuelve una ruta circular. Volvimos a subir por la izquierda y nos encontramos con una torii en "construcción". Cuatro chicos estaban subiendo a pulso uno de los palos verticales. ¡Me quedé blanca! Madre, si yo ya me esforzaba por subir sola... ¡y ellos cargando semejante peso! El que organizaba nos dejó quedarnos cerca a mirar pero pidiendo que, por favor, no les hiciéramos fotos, cosa que respetamos.
Al llegar arriba volví a sentir que cumplía de nuevo una meta y que, seguramente, no sería la última vez. (El que haya un helado buenísimo de por medio no tiene nada que ver... xD) Eso sí, en esta ocasión no nos encontramos ninguna ceremonia especial.
Tocaba bajar, pero al completar la ruta circular y volver al mirador, decidimos pararnos ahí un rato esperando que anocheciera más para hacer fotos.
Cuando ya había caído un poco el sol seguimos descendiendo lentamente, parándonos para que Jordi pudiera hacer fotos nocturnas. Aunque no éramos lo únicos con esa idea y a veces tuvimos esperar.
Lo que nos llamó la atención es que a esas horas aún había gente iniciando el ascenso.
Y de nuevo finalizaba nuestra visita a uno de nuestros "MUST". Aunque es cierto que notamos el aumento de visitantes, no por ello dejamos de disfrutarlo y sin duda volveremos.
Regresamos a Kyoto algo cansados, así que aprovechamos que íbamos a comprar el desayuno para el día siguiente, para comprarnos unos onigiris y nikumans en el conbini y montar la cenita barata en el apartamento.
Al día siguiente visitaríamos uno de los TOP de Japón que, por obras, quedó fuera de nuestro primer viaje: ¿Sería tan impresionante el castillo de Himeji?
Muy chula la entrada aunque es una pena que al repetir muchas cosas del primer viaje de la sensación de que no se le ha sacado todo el rendimiento posible. Espero que te gustara tanto el Himeji-jo como a mí
ResponderEliminarBueno, a nosotros nos gusta repetir ciertos lugares. Siempre quedan cosillas o simplemente porque te encanta jeje Pero ésta vez notamos mucho mas turismo y le quita un poco de magia. Pero claro...todos queremos ir ;)
EliminarHimeji....en el próximo capítulo jeje