Al levantarnos lo primero que tuvimos que solucionar fue el tema de los coches. Solo habíamos pagado el parking del hotel para el día anterior y no sabíamos si iban a tener sitio para ese día.
Al final no hubo problema, pudimos dejarlos hasta la tarde y encima solo nos cobraron por uno de ellos. ¡Todo un detalle!
Desayunamos en un bar cerca del alojamiento. Nos pedimos unos "Pasteles de Belém" muy típicos de Portugal y que en la zona norte (cerca de mi pueblo) conocemos como "Pasteles de nata".
Son una especie de tartaleta con crema, y, aunque no estaban mal, la verdad es que las que como en Castro Laboreiro (de una panadera que viene a mi pueblo) son mucho mejores que esos.
Por todo Oporto los venden, y, aunque supongo que dependerá del lugar para comerlos mejores o peores, os recomiendo que los probéis. A mi me encantan.