Viajar a Japón siempre fue un sueño. Uno que cumplimos en 2012 y finalizó con una promesa: ¡Volveremos!
Ese país nos había marcado, enamorado... Y durante estos años la emoción, o incluso, la obsesión por regresar fue creciendo en nuestro interior. Pero llegado el momento, reconozco que un sentimiento que no esperaba afloró: Miedo a la decepción.
¿Como era posible? ¡Pero si es un país que nos encanta! Sin embargo, ahí estaba... Un pequeño miedo que nos lanzaba preguntas: ¿Y si regresas y no sientes lo mismo? ¿Y si lo has ensalzado demasiado? ¿Y si ha perdido toda la magia de la novedad?